Son contadas las ocasiones en las que Poty Castillo ha profundizado sobre su vida privada. El coreógrafo y bailarín siempre tiene una sonrisa, atiende a diario a la prensa y aparece en muchos programas de entretenimiento como uno de los rostros conocidos que vemos en la televisión desde hace años. Pero su vida no ha sido fácil. En una cercana entrevista con María Casado, el amigo de Paula Echevarría ha relatado, "rápido y evitando emocionarse", que su hermano mayor murió el mismo día que él nació.
Su madre, Pepita, que tiene 91 años, le ha contado a Poty en muchas ocasiones cómo fue el día más agridulce de su vida. El mismo día que el coreógrafo nació, su madre "tenía que ir a enterrar a su hijo de nueve años, que falleció de meningitis". "No pude ir a llorar a tu hermano al cementerio porque te estaba pariendo a ti", le ha contado Pepita al coreógrafo. Fue el 6 de julio de 1960, hacía "muchísimo carlor" y la ventana ventana de la cocina estaba abierta justo después de que Pepita diese a luz. "Veía marcharse el coche fúnebre con un ataúd blanco y no podía ir a llorarle porque estaba dando a luz", ha relatado el bailarín.
El médico que estaba atendiendo el parto en casa le dijo a Pepita que había llegado "el quitapenas", un nombre con el que se quedó Javier Castillo (que es su verdadero nombre) después de que su madre viviese uno de los momentos más duros de su vida.
Tiene 91 años y, en palabras de su hijo, tiene "muchísima agilidad". "Sale a la compra a diario normal, no usa garrote ni nada. Tiene una vitalidad y energía increíbles. La genética hace mucho, pero las vivencias también", ha contado el coreógrafo. Poty asegura que la relación con su madre es "espectacular" y cree que el día de su nacimiento, debido a la durísima situación que acababan de vivir, nació entre ellos "unos vínculos tremendos".
Le conocemos como Poty Castillo, pero su verdadero nombre es Javier. Él mismo, en su charla con María Casado, ha explicado que ese cambio de nombre surgió hace muchos años, cuando era pequeño y no sabía casi ni hablar. Según ha contado el coreógrafo, de pequeño comía muy mal y su madre tenía que inventarse fórmulas para que consiguiese alimentarse suficiente. Sin embargo, una de las cosas que funcionaban muy bien era cuando, sentado en las rodillas de su madre, veía en la televisión unos payasos. Uno de ellos se llamaba Poty y Javier era capaz de comer bien cuando le veía. "Llevo el nombre de un payaso", ha confesado entre risas.
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