Lleva desde el 89 cargando con el sambenito de 'hija de'. Que sus apellidos fuesen Osborne y Domecq ya le auguraba un futuro diferente al del común de los mortales. Y así fue. Poco antes de nacer, un divorcio amistoso provocó que su padre estuviese algo más lejos de lo que le gustaría, al menos físicamente. Hasta que la vida decidió hacer de las suyas y reencontrarles cuando Sandra, su madre, murió a causa de un cáncer. Por entonces, Claudia Osborne tenía quince años. Y se convirtió en carne de cañón para lo que vino después.
En plena adolescencia, una fuerte "sensación de abandono" derivó en una bulimia que pensó que podría gestionar sola. Pero no. "Buscaba una salida y no la encontraba, estaba enjaulada". Los años pasaban, aparentemente todo estaba en orden, pero ella sabía que algo no iba bien. Cada vez que su entorno intentaba echar una mano, "entraba en cólera". A los veintidós se vio metida en una depresión por culpa de una relación tóxica. Y a los veintiocho la historia se volvió a repetir tras una ruptura. A raíz de aquello, su cabeza hizo clic y le tocó afrontar un melón que llevaba casi treinta años sin abrir.
Conoció el coaching y descubrió la "terapia del niño interior" para intentar ver de dónde venía tanto dolor. Lo encontró en las heridas del pasado y, tras varias sesiones con una profesional, logró reconciliarse con esa infancia en la que "mamá estaba triste y no se podía hacer cargo de mí". Durante este proceso estuvo Bertín, cuidándola desde la distancia, sin juzgarla. Y sobre todo Eugenia, Alejandra y Ana Cristina, sus hermanas, esa "extensión" de su madre que, fuese donde fuese, seguían siendo su "hogar".
Tras recibir ayuda, Claudia ha decidido ayudar a los demás. Poner cara a su experiencia para contarnos cómo logró salir de aquella etapa de toxicidad. Y tras formarse como coach, ahora tiene su primer libro: 'Lo mejor de ti'. Se siente "orgullosa" de que ser una Osborne le haya servido para tener voz y que otros puedan encontrar esa sensación de paz que tanto ansiaba tras tantos años de turbulencias. Porque, aunque algunos crean que es otra famosa escribiendo cosas, lo suyo va mucho más allá.
¿Cómo estás? Llevabas muchos años queriendo contar tu historia y aquí la tienes, en forma de libro.
Están siendo unos días superemocionantes. Llevo un tiempo muy sensible. El libro está llegando a la gente, que ese era mi objetivo. Ahora mismo me pillas que no quepo en mí de felicidad, de agradecimiento y de amor.
Supongo que no será fácil hablar de tus sentimientos tanto y con tanta intensidad. ¿Cómo lo estás gestionando?
Es complicado, pero cuando lo que cuentas lo haces para ayudar a la gente tiene otro propósito. Ya no estoy hablando de mí, sino que estoy poniéndome al servicio de los demás. Tiene mucho que ver con mi propósito, tiene un sentido más allá que no me afecta tanto a mí como persona. Forma parte del mensaje, y eso hace que no me afecte tanto a nivel personal.
¿Cómo era la Claudia de antes de descubrir el coaching?
No era tan distinta, lo que pasa es que no tenía las herramientas que tengo ahora y no había hecho todavía el trabajo que he hecho conmigo misma. Yo siempre he sido una persona muy disfrutona, muy de experimentar, muy abierta y muy alegre. Lo que me sucedió es que antes de empezar con este proceso me sentía un poco atrapada. Ahora me conozco, ahora sé lo que sí y lo que no, y eso es superimportante.
Un trastorno alimenticio, dos depresiones antes de los tres... Y siempre te tocó gestionarlo sola.
Lo recuerdo como estar enjaulada, estar buscando la salida y nunca encontrarla. Fue una época muy difícil, de una lucha interna increíble, y cuando toqué fondo fue cuando pedí ayuda. Hasta entonces estuve intentando salir yo sola, pero muchas veces es imposible. En estas situaciones necesitas una persona que desde fuera sepa darte las herramientas para que salgas tú. Y eso solo puede hacerlo un profesional.
El otro día, en una entrevista, tu padre -Bertín Osborne- contó que quiso dejarte "vivir la vida sin entrometerse". ¿Echaste en falta una implicación mayor por su parte cuando tocaste fondo? ¿O te sirvió esa independencia?
Creo que quizá se malentendió a mi padre. Él me echó la mano estando ahí conmigo. Él sabía que había algo que iba mal, también sabía que estaba recibiendo ayuda, y él se limitó a estar, a ser mi hombro, sin juzgarme, sin decirme nada, respetando mucho mi proceso y confiando muchísimo en mí.
Le dedicas el libro a Eugenia, Alejandra y Ana Cristina, tus hermanas. ¿Qué son ellas para ti?
Mis hermanas son la extensión de mi madre. Todas tenemos un pedacito de ella y entre todas intentamos recrearla y ser ese hogar para cada una de nosotras. Han sido tremendamente importantes y lo seguirán siendo por eso.
Este verano le dedicabas un post a tu madre, con la que viviste "los quince años más clave" de tu vida. Hablabas de la cantidad de veces que piensas en "¿qué diría mamá ahora?" desde que no está. ¿Qué crees que opinaría de esta nueva Claudia?
Yo creo que estaría muy orgullosa de mí. Me diría que adelante y que siga siendo fiel a mi instinto, que siga transmitiendo ese mensaje.
Me interesa mucho que dejes claro que superar estos traumas no se consigue a base de milagros. Tu forma de contar el proceso es mucho más realista que eso, ¿verdad?
Es importante que la gente pueda identificarse con una persona. Creo que por eso también quise compartir mi testimonio en el libro. Era importante que le pusiesen cara, que le pusiesen voz, que le pusiesen imagen a una persona que ha pasado por el mismo proceso que ellos y que ha logrado encontrar la paz. Probablemente ese sea el valor de mi libro. Esa es la suerte que he tenido de ser un personaje público entre comillas, que he podido llegar a la gente.
¿Puede que esto te haya cambiado tu forma de ver la etiqueta de 'hija de'? Nunca has querido ser conocida, pero ahora te ha dado la oportunidad de ayudar...
Entiendo que habrá personas a las que les pese su apellido. Yo estoy superorgullosa de dónde vengo, de la familia que tengo, de lo que he vivido, y eso lo llevo con mucho cariño. A mí no me ha pesado para nada, creo que todo lo contrario. Me ha impulsado, me ha dado una voz. Y solamente puedo darles las gracias.
¿Qué dirías que es lo mejor que has descubierto de ti ahora que has llegado a la meta del proceso?
Lo mejor de mí diría que ha sido haber aprendido a quererme, en lo bueno y en lo malo. Eso es lo que hace que sea una mujer completa e íntegra. Creo que así es como he podido desprender eso que mucha gente me dice que le gustaría sentir también. Y eso se hace integrando en tu persona las cosas buenas y las malas.