Meghan Markle y el príncipe Harry ya son padres de nuevo. La pareja ha confirmado la gran noticia a través de un comunicado en el que han explicado que Lilibet ‘Lili’ Diana Mountbatten- Windsor nació el pasado viernes 4 de junio, a las 11:40 am, “bajo el cuidado de los doctores y el personas del Hospital Santa Bárbara Cottage en California”.
La segunda hija de la pareja pesó 7,11 libras y tanto la madre como el bebé se encuentran “sanas y están en casa”. Además, Harry y Meghan ha querido explicar con detalle la elección del nombre de su hija. “Lili se llama así por su bisabuela, su majestad la reina, cuyo apodo familiar es Lilibet. Su segundo nombre, Diana, fue elegido en honor a su amada abuela, la princesa de Gales”. “Ella es más de lo que podríamos imaginar”, ha dicho la pareja tras ampliar la familia con este nuevo bebé.
Llamarse Meghan Markle no es fácil en 2021. Y tampoco lo ha sido su segundo embarazo. Si su estreno en la maternidad se produjo bajo las alas de Buckingham Palace, el contexto en el que ha nacido su pequeña supone un contraste absoluto con el pasado. Dos años han pasado desde que la actriz y su marido, el príncipe Harry, tuvieron a Archie. De aquella ambos eran miembros ‘senior’ de la familia real británica. Y pocos meses después vino el terremoto.
Las presiones por parte de los tabloides, con los que mantienen una cruenta guerra judicial, sumadas a las tensiones con el resto de miembros del clan Windsor, provocaron que el matrimonio optase por empezar de cero y se desligase para siempre de los pros y contras que les aportaba ser ‘royals’. Una decisión que supuso un cataclismo para la institución que encabeza la abuela paterna de la recién nacida, la reina Isabel II, y que ha generado unos nudos familiares que parecen complicados de desatar.
Ambos, con su hijo Archie recién nacido, se despedían de Londres a finales de 2019 para iniciar una nueva vida en California, en el país que vio nacer a Meghan Markle. Pero esto no implicó que desapareciesen del foco mediático. Más bien todo lo contrario. Con una pandemia de por medio, los duques de Sussex (aún mantienen el título) se despojaron de ese blindaje que aporta ser parte de la realeza para convertirse en superestrellas de Hollywood. Un estereotipo que han ido moldeando a su manera.
Los contratos millonarios fueron uno detrás de otro. Charlas, libros de ilustraciones, un acuerdo con Netflix “para desarrollar series con y sin guiones, películas, documentales y programación infantil para el servicio de streaming”, la creación de Archewell Audio, una compañía con guiño a su hijo con la que producir podcasts de carácter social, la presidencia de la campaña Vax Live, un evento de Global Citizen para aumentar el acceso a las vacunas contra el coronavirus y Oprah, su gran valedora en Estados Unidos.