Raquel del Rosario cuenta que su hijo Leo tiene autismo: "Siempre he dejado entrever que es un niño diferente"
La cantante se ha sincerado sobre el trastorno de espectro autista (TEA) que sufre su hijo mayor en su blog de la revista'Elle'
Raquel del Rosario se ha sincerado sobre los problemas de su hijo Leo. La cantante, que ahora vive en Estados Unidos con su marido, ha hablado por primera vez del trastorno que sufre el mayor de sus dos hijos. En una carta sincera y emotiva, la canaria ha compartido sus sentimientos y su nueva forma de entender la vida: “De alguna manera siempre he dejado entrever que es un niño diferente”, escribe Raquel. Como agradecimiento, la exvocalista de 'El Sueño de Morfeo' ha contado cómo ha reaccionado Leo ante esta carta. ¡Te lo contamos todo en el vídeo!
‘El Niño Hada’ ha titulado Raquel del Rosario la última entrada en su blog para la revista ‘Elle’. Allí ha contado por primera vez la realidad de su hijo de cinco años, que sufre un trastorno de espectro autista (TEA). Con mucha dulzura y explicándose muy bien, ha contado sus innumerables avances, cómo le costó meter la palabra autismo en su diccionario, porque Leo no estaba en el estereotipo que todos tenemos de quienes padecen ese trastorno. Relata con mucho optimismo cómo de feliz y plena es hoy en día su vida y la de su familia, y cómo afrontaron el diagnóstico en su entorno, ella y su marido, Pedro Castro, con el que se casó en California en 2013.
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“Leo no dijo ni una palabra hasta casi los cuatro años. Sí, ese primer “mami” se hizo mucho de rogar. Desde los dos años supe que Leo era diferente”, comienza contando la que fue vocalista del grupo ‘El Sueño de Morfeo’ sobre su hijo. Nada era alarmante, pues es cierto que los niños bilingües, según relata, tardan más en hablar e incluso llegaron a hacerle pruebas auditivas para descartar otros posibles problemas.
El alivio del diagnóstico del TEA para Leo
Pasado un tiempo fue en el colegio donde también vieron que algo ocurría con Leo: “Nos dijeron que creían que lo mejor para Leo era entrar en el programa de niños con TEA (trastorno del espectro autista)”. “Al contrario de la reacción que ellos esperaban (lágrimas, negación, enfado…), yo sentí una sensación de alivio enorme. No porque alguien le hubiese puesto un nombre a lo que le pasaba a Leo, una 'etiqueta medica', sino porque supe que iba a empezar a trabajar con gente especializada”, comenta la canaria sobre cómo empezó a afrontar su nueva realidad. El TEA es una afección neurológica y de desarrollo con muchos tipos y niveles que comienza en la niñez y afecta al comportamiento de la persona, a cómo interactúa y se comunica con otros y a su forma de aprender.
El "niño Hada" que les cambió la forma de entender el mundo
"Leo ha venido a enseñarnos que el lenguaje del amor no entiende de palabras ni de idiomas, que existen otras formas de ver y percibir el mundo", asegura Del Rosario como una lección de vida. Como ella dice, tenía pensado qué educación quería para su hijo, lo tenía todo planteado, pero llegó Leo para enseñarles que a veces hay que "soltar el control de las cosas para dejarlas ser, a su manera". El pequeño de cinco años, además, evoluciona día a día en su aprendizaje: "Cada día me sorprende con algún progresito que, por pequeño que sea, para mi es un mundo", afirma. De su relación con su hermano pequeño, Del Rosario habla a las mil maravillas. "Le admira y hacen un buen equipo", dice satisfecha.
Lo más difícil como madre para Raquel del Rosario
“Lo más difícil como madre, sin duda, está siendo el no poder dialogar, razonar o comunicarme con él de la manera que me gustaría”, escribe Raquel en su blog, donde también cuenta que a veces tiene problemas en el parque o con otros niños porque la gente no sabe que Leo no entiende de turnos, ni de esperar por un juguete que no es suyo y piensan que "Leo es un niño maleducado".
La reflexión final de Raquel del Rosario, que ha contado esta historia por primera vez, nos deja sin palabras: “Hay días en lo que la paciencia se me acaba y sale mi bestia gruñona, luego llega ese sentimiento de culpabilidad y más de un día las lágrimas de impotencia. Hay momentos en lo que me pregunto ¿Por qué, por qué y por qué?, y otros en lo que le miro y me doy cuenta del regalo que es”.