El pasado mes de octubre, Bertín Osborne tuvo que hacer frente a un importante revés personal. Fallecía entonces su padre, Enrique Ortiz López-Valdemoro, a los noventa y seis años de edad, y la noticia salía a la luz en los medios de comunicación unos días después, cuando sus restos mortales ya habían sido incinerados en Madrid. Pese a la enorme fama del cantante, tanto su progenitor, con el que había estado varios años distanciado en el pasado, como el resto del clan, siempre han sido grandes desconocidos. Con la muerte del patriarca se han producido algunos movimientos. Uno de ellos, relativo a sus títulos nobiliarios: Bertín, su primogénito, heredará en principio uno de ellos.
Enrique, el padre del artista, nació en el seno de una familia acomodada y recibió más de una distinción aristocrática por parte de su propia familia. En concreto, dos títulos distintos: VIII conde de Donadío de Casasola y VII conde de las Navas. Además, también se vinculó a este universo vía matrimonial: su mujer y madre de sus cuatro hijos, María Teresa Osborne y Marenco, fallecida en 1991, era nieta paterna del II conde Osborne.
Varios medios de comunicación han recogido en las últimas horas una información al respecto de la herencia y el traspaso de estos títulos. En concreto, ya que el Boletín Oficial del Estado ha recogido la petición formal de Bertín de recibir uno de los títulos que tenía su padre: el de conde de Donadío de Canasola. El BOE da apertura a un plazo de treinta días durante el cual se podrán presentar solicitudes con "lo conveniente" por parte de "los que se consideren con derecho al referido título".
Si no hubiese solicitudes o alegaciones en este sentido, el intérprete y presentador se convertirá de forma automática en unas semanas en el IX conde de Donadío de Canasola. Se trata de un título nobiliario con más de trescientos años de antigüedad, que fue otorgado en primer lugar por el rey Felipe V en 1713 a Francisco Ignacio de Quesada y Vera.
Paralelamente, el padre de Bertín y sus tres discretas hermanas, María Teresa, Marta y María de la Luz, ostentaba además otra distinción, la de conde de Navas (nombre referido al lugar de Navas del Selpillar, en Lucena, Córdoba) . En este caso, no será el cantante quien lo herede, ya que ya lo ostenta una de ellas. En concreto, la segunda hija de Enrique Ortiz, María Teresa, a la que su progenitor nombró ya en 1994 como VIII condesa de las Navas.
El vínculo entre padre e hijo cambió sustancialmente con el paso de los años. Durante su juventud, se sucedieron las fricciones entre ambos, siendo la época más complicada de su relación. De hecho, Enrique no asistió a la primera boda de su hijo, en 1977, con Sandra Domecq. Cristina Cifuentes, amiga del clan, calificño de "antológicas" las discusiones entre las dos generaciones, señalando que el patriarca llegó a echar al primogénito de su casa. Con el paso de los años, se acercaron las posturas, y durante los últimos años la relación era totalmente cercana y afectuosa.
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