Los Premios Forqué 2024 se entregan el 14 de diciembre, una fecha señalada para todos los profesionales que son candidatos a llevarse los premios a casa, todo un reconocimiento a su labor a lo largo de todo el año en diferentes categorías, porque no solo se premian los proyectos cinematográficos, también las series cuentan con algunas categorías para reconocer su talento.
Patricia López Arnaiz es una de las nominadas este año por su trabajo en la película Los Destellos, por la que también está nominado su compañero de reparto Antonio de la Torre. Ambos son expertos en estas lides, pues ambos han sido nominados para estos premios con anterioridad. De hecho, Antonio ha optado hasta en seis ocasiones, llevándose el premio solo en una de ellas, gracias a El Reino.
Patricia también conoce la experiencia, porque fue candidata gracias a su interpretación en Ane en 2021, y no solo candidata, también merecida ganadora, con esa película se llevó el premio a casa. Este año no lo tiene fácil, porque se enfrenta a Carolina Yuste (La infiltrada), Emma Vilarasau (Casa en flames) y Najwa Nimri (La virgen roja). Un duelo cargado de compañerismo y respeto por parte de todas.
Patricia no deja de sumar triunfos, además de todo lo que consiguió con Ane, también formó parte de la película 20.000 especies de abejas, una de las más nominadas y reconocidas del sector. Ahora, con su participación en Los Destellos parece que su carrera seguirá el mismo camino, el del éxito. Una carrera en ascenso que contrasta con la privacidad con la que lleva su vida personal.
Nacida en Vitoria, en 1981, Patricia estudió Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad del País Vasco, su vocación por el mundo de la interpretación le llegó más tarde, a los 25 años. Comenzó a trabajar en series y películas, pero fue gracias a Ane que los reconocimientos comenzaron a llegar, por esa película ganó el Goya como actriz protagonista.
Antes de dar el paso a la interpretación trabajó en el comedor de una Ikastola, donde tenía una relación muy especial con los niños, a los que contaba historias, dejando salir de este modo su parte más creativa. Ese contacto con la gente parece no querer perderlo y así lo demuestra su manera de vivir; ella misma confesó a El Correo que vivía en un pequeño pueblo de la montaña alavesa, aunque prefería “no desvelar” cuál era, manteniendo así esa parcela extra de privacidad.
Perder la su intimada es una cosa que le aterra, tal y como revelaba en esa misma entrevista, y vivir en ese lugar le ayuda a conservar su paz. “Quiero estar ahí, pero que no se me vaya de las manos. De momento, voy tranquila por la calle y muy poca gente me conoce. Mi representante me ayuda mucho, ya sabe cómo soy. Voy haciendo cositas, pero con cuidado”.
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