Amaia (nombre de pila) ya lo había comentado antes con sus amigas: hay que celebrar las cosas buenas y las malas, "por llamarlas de alguna manera". Así que cuando se separó hizo una fiesta. No fue de forma inmediata. "Durante los primeros meses no tenía muchas ganas, porque estaba en el momento de asimilación y recolocación de la vida", explica. Pero cuando vio que había llegado "el momento", se lanzó a por ello. "Abrí un grupo de Telegram con las mujeres con las que me apetecía compartirlo, puse una fecha y todas estuvieron muy dispuestas", apunta. Una comida "muy rica", cócteles y música fueron los ingredientes de esta fiesta de divorcio.
En este caso, fue Amaia quien se encargó de organizar ella misma su fiesta. De hecho, señala que no sabía que se hacían este tipo de celebraciones, aunque después empezó "a ver eventos similares". Hay incluso quienes contratan a organizadores de eventos para que lo hagan. Igual que tienes una 'wedding planner', puedes tener a quien planifique cómo celebrar una separación.
Para encontrar el origen de las fiestas de divorcio, hay que irse a Estados Unidos y a la década pasada, cuando hacia la mitad de los años 10 se empezó a reivindicar esta idea. Ahora, ya existen libros, merchandising en tiendas como Etsy y organizadores de eventos para celebrar el fin de las relaciones sentimentales. En 2023, las búsquedas en Pinterest —esa brújula moderna de las tendencias— de los términos en inglés para «pastel de divorcio» habían subido en un 50% interanual y para «juegos para fiestas de divorcio» en un 80%. El hashtag #divorceparty ya circulaba por Instagram y las fiestas de divorcio se habían asentado como una tendencia al alza para The Wall Street Journal.
En el verano de 2024, de esta idea ya se habla también a este lado del Atlántico. La gráfica global de búsquedas en Google Trends muestra un crecimiento sostenido desde 2021 y, aunque España no es todavía uno de los puntos de mayor crecimiento, si es uno en los que se está produciendo. Va en línea con el resto de Europa, porque también en Reino Unido o Francia se empiezan a celebrar este tipo de fiestas.
No es fácil encontrar agencias de organizaciones de eventos que ofrezcan este tipo de servicios en España de forma directa, aunque los datos de búsqueda y las redes sociales indican que el interés está ahí. La agencia 'Me Divierto', de Vigo, confirmaba a la prensa local el pasado verano que habían visto un incremento notable: si en 2020 podían organizar 2 o 4 fiestas de divorcio al año, entonces estaban ya entre las 10 y las 15.
La receta para una fiesta de divorcio es parecida a la de una despedida de soltera o un cumpleaños. Se trata de reunirse con el círculo más próximo de amistades y pasárselo bien. Puede ser bailando, yendo a un espectáculo, con un viaje o simplemente con una cena.
"La idea en sí misma no es ni buena ni mala", apunta el psicólogo Miguel Hierro, que forma parte del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Todo depende de la persona. Si te apetece celebrar tu divorcio o separación, adelante, porque ayudará en el proceso. Pero nadie debería sentir la obligación de hacerlo, señala. "Si no te apetece, tampoco trataría de forzarlo", recomienda. "El divorcio es un proceso difícil, que requiere una adaptación fuerte", explica. Este tipo de procesos de adaptación implican pasar por un "período de duelo", en el que hay que asumir la pérdida y los cambios que supone.
Una fiesta de divorcio podría convertirse en un ritual, uno de los muchos que ya existen en nuestra vida y nos ayudan a ajustarnos a los cambios —desde una boda a un funeral—. "Los rituales nos hacen sentirnos acompañados, sentirnos bien", indica Hierro. Por eso, celebrar la separación tiene sentido. Y, como recuerda el psicólogo, eso es algo que, en realidad, ya se estaba haciendo. Lo hacía la gente que invitaba a cenar para estrenar la casa nueva o la que hacía de la primera salida de fiesta tras la ruptura algo especial.
Raquel cuenta que, tras el fin de su relación, se fue de viaje. "Fue un modo de parar, cuidarme y escucharme", explica. Ella se fue con dos de sus primas, que también salían de relaciones. Todas estaban en un estado mental parecido, lo que les ayudó a afrontar sus emociones. Si necesitaban llorar o reír podían hacerlo sin tener que dar explicaciones. Planificaron el viaje como una manera de sacudir las malas sensaciones que habían dejado esas relaciones que habían terminado, pero fue "también una manera de sentirnos más cerca, de acompañarnos en el dolor, de liberarnos". "Fue un viaje catártico", dice.
Para ella, el viaje logró así darle "el espacio justo a la tristeza", al tiempo que le permitía encontrar sus personas y espacios seguros. Amaia añade que la fiesta con la que celebró su separación fue algo liberador.
Las fiestas de divorcio son además una muestra de que, como sociedad, se ha cambiado la perspectiva sobre qué pasa con el fin de una relación. Si hace 25 o 30 años podía todavía existir un cierto estigma vinculado a las separaciones, la celebración ayuda a visualizar que esto ya no ocurre, o que ocurre mucho menos.
Con todo, afrontar el final de una relación sentimental es complejo. Estar triste en el momento de la ruptura es normal y, como confirma Hierro, no pasa nada por ello. No indica que se sea menos fuerte ni nada por el estilo. "Las emociones pueden ser agradables o desagradables, pero todas son útiles, están ahí para algo", recuerda el psicólogo. Estar triste es también parte de la vida.
A la hora de afrontar una separación, el psicólogo recomienda antes de nada pararse, "con calma y sin prisa", para entender qué supone. Al fin y al cabo, es la despedida de un proyecto de vida, por lo que hay que asumir que lo que se pensaba que iba a ser no lo será. Igualmente, se necesita reinterpretar la propia historia. "No se hace en un día", advierte. Luego, está en cada quien contarlo —o no— en el momento que apetezca hacerlo.
Y, por supuesto, hay que "participar de la vida", aunque teniendo claro que no es un sprint y se va a haciendo a nuestro ritmo. Tener iniciativas de vida social es crucial. Y no menos importante es entender que no se va a ser la misma persona que la última vez que se estaba soltera. "No puedo quitar la experiencia de mi ser", recuerda el experto.
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