La polémica de Sofía Suescun y Maite Galdeano ha vuelto a poner sobre la mesa una cuestión sobre la que cada vez se está hablando más: la de si estamos atadas de por vida a las familias en las que nacemos o crecemos o si, por el contrario, habría que normalizar que es posible romper con tu padre o con tu madre. Hay quienes ya hablan de divorcio familiar, quienes lo hacen de ruptura, pero lo cierto es que la realidad es cada vez más visible y más habitual.
En un análisis de hace unos meses, Enric Soler, psicólogo y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), apuntaba que la tendencia es a un crecimiento de estas situaciones. Él lo definía entonces como “una fractura que afecta a la sociedad y que se expande en silencio”.
No hay datos estadísticos sobre cuántas rupturas familiares se producen en España, pero los que ya se han realizado en otros países permiten hacer una panorámica. Una investigación de Karl Pillemer, profesor de la Universidad Cornell, descubrió en 2020 que el 27% de la población estadounidense de más de 18 años se había distanciado de al menos un miembro de su familia. Es un cuarto de todas las familias. El profesor reconoce que las cifras podrían ser incluso superiores, porque aún pesa el tabú.
Es, como le explica a ‘Cosmpolitan’, una tendencia al alza en Estados Unidos, pero también en otros países occidentales. “Las normas que obligaban a que las familias se mantuviesen unidas pasase lo que pasase se han debilitado”, apunta el experto.
En Reino Unido, ya se ha producido algún tipo de ruptura en una de cada cinco familias. Y en países como Australia o Canadá, como indican algunas fuentes, es igualmente cada vez más común. En España, la comunicadora Inés Hernand ha hablado abiertamente en varias ocasiones de cómo rompió relaciones con sus padres a los 18 años y se ha convertido así en una de las personas que están rompiendo el tabú sobre el tema en los medios.
El momento de ruptura “dependerá de la persona”, explica al otro lado del teléfono Aurora Gómez, psicóloga de Corio Psicología, tanto de lo que haya pasado como de los apoyos que se tengan. Porque, como suma Gómez, la precariedad a veces impide romper relaciones, aunque se quisiese hacerlo. En una sociedad en la que la gente se ve obligada por los costes de la vida a quedarse en la casa familiar tantos años, romper puede resultar imposible en algunas ocasiones.
Pero ¿por qué se están produciendo estas rupturas? “Es muy difícil de entender para la gente que viene de familias sanas”, reconoce la psicóloga, pero esto no quita que para algunas personas sus familias resulten peligrosas. De hecho, tampoco es una tendencia exactamente nueva: ya en el pasado algunas personas tuvieron que marcharse de sus lugares de origen o distanciarse de sus familias para poder vivir plenamente sus vidas.
Si ahora se decide separar caminos —quizás un poco más— es porque, como articula el análisis de la UOC, se ha producido un cambio generacional y se han apuntalado nuevas dinámicas familiares. Según Soler, romper con los padres: “será el próximo tabú que se tiene que destapar a nivel social”. Posiblemente, también se podría sumar a todo esto una mayor consciencia sobre la importancia de la propia salud mental. Otros análisis hablan igualmente del impacto que tienen las diferentes maneras de ver el mundo.
Gómez habla de varias razones como las claves que llevan a finalmente romper con la familia, desde abusos —sexuales o físicos— a estilos de paternidad o maternidad hipercontroladores, como señala la propia Sofía Suescun en el vídeo. La psicóloga habla, por ejemplo, de esas personas que se van a recorrer el mundo y viven lejísimos y que, cuando se escarba, ves que están, en realidad, poniendo distancia entre ellas y sus familias.
Sea como sea, hacer ese proceso de separación no es fácil. “Hay una presión social para que las familias se lleven bien”, recuerda la experta. “Hay muchas violencias que se sustentan en que todas las familias se quieran y eso no es así”, apunta.
Aun así, los cambios sociales y hasta legales han ido dando más margen de maniobra. La comunidad LGTBIQ+ ha tenido que reinventar —por una cuestión de supervivencia a lo largo de la historia— qué es una familia. ¿Ha ayudado esto al resto de la sociedad? Sí, apunta Gómez, que recuerda que ha sido esta comunidad la que ha afianzado la familia elegida, “que es un concepto super bonito”. Es la que cada persona forma, no se basa en las relaciones de sangre y es una red de apoyo.
En los últimos años, los cambios legales también han empezado a aceptar que la familia no es solo la que se conecta a padres, madres y esas relaciones familiares. Gómez recuerda un cambio legal que “pasó desapercibido” pero que es muy importante: hasta no hace mucho los días de duelo solo se podían pedir por la familia de sangre, pero la ley lo ha ampliado.
Aun así, la ruptura con la familia no es una cuestión baladí. Hernand ya reconocía cuando empezó a hablar públicamente de estas cuestiones que su experiencia le había dejado secuelas, que abordaba en terapia. Igualmente, la falta de la red de seguridad que supuso romper con sus padres le creó estrés y ansiedad cronificada.
Al fin y al cabo, la familia es la red de apoyo y perderla precariza mucho más la situación en la que se puede encontrar una persona. Pero, además, como suma Gómez, es una figura legal. “La familia es una institución de poder”, recuerda la experta. Lo es, por ejemplo, a nivel médico: si no se ha dejado por escrito otro tipo de instrucciones, serán nuestros apoderados médicos incluso si se ha roto con ellos hace muchos años. Gómez recomienda tener muy presentes estos lazos legales que unen a la familia para cortarlos también en caso de una ruptura y recuerda que los notarios están obligados a resolver este tipo de dudas —y gratis, apunta— a la población.
Por otro lado, las rupturas familiares tienen otro coste un tanto invisible, que es el que ocurre cuando esos padres o madres con los que ya no se tiene relación se convierten en ancianos dependientes y la sociedad espera que esos hijos e hijas asuman ciertas responsabilidades. “En el cuidado se ve mucho”, apunta la experta. Se repite la idea de que es “tu deber cuidarlo” cuando en realidad no lo es.
Volviendo al proceso de ruptura y cómo hacerlo, Gómez recomienda marcar límites con la familia y también tener muy claro que el divorcio no tiene que ser necesariamente con toda la familia. Un padre o una madre tóxicos pueden ir paralelos a una tía que siempre te ha cuidado o un hermano con el que siempre se ha tenido buena relación. Se puede conservar esa relación. Igualmente, la psicóloga recomienda ir a terapia, puesto que el duelo de romper con la familia es “muy complejo” y se necesita ayuda para gestionarlo.