Nos gusta cuidarnos, esta claro, pero no siempre resulta tan sencillo como nos gustaría. Pocas personas se libran de tener algún mal hábito que nos aleja del objetivo de cuidarnos de la mejor manera posible. Una mala alimentación, el sedentarismo, el tabaco o el consumo excesivo de alcohol son, posiblemente, algunos de los malos hábitos más habituales de los que querríamos desprendernos. Pero conseguir implantar un hábito en nuestra vida o deshacernos de él requiere esfuerzo y tiempo, y muchas veces la fuerzas nos abandonan a mitad de camino.
Eso sí, rendirse no es una opción, y si estás decidida a conseguirlo, aquí tienes los consejos que necesitas para dejar un mal hábito atrás para siempre.
Aunque ambos conceptos estén ,muy relacionados, querer llevar un estilo de vida más saludable no es lo mismo que cambiar un mal hábito. Para obtener resultados hay que ser concretos, así el primer paso es delimitar con claridad cuál es el mal habito que quieres cambiar, y si se trata de abandonarlo (como fumar) o mejorarlo (cambiar el pan blanco por integral). Sea el que sea, defínelo con claridad.
Es posible que el médico te haya recomendado realizar cambios en la alimentación y que ese haya sido el impulso para modificar tu dieta. Y, por supuesto, es muy posible que lo consigas. Pero las posibilidades de éxito aumentan en la medida en la que tú, en tu interior, estés convencida de los beneficios que te va a reportar el cambio a todos los niveles que sea posible. Infórmate bien de cómo te perjudica, por ejemplo, tomar mucha azúcar a diario, y cómo se beneficia tu salud, tu aspecto físico e, incluso, tu estado de ánimo, si la reduces o eliminas.
Volvemos a algo parecido: no es lo mismo abandonar el sedentarismo que querer ir al gimnasio todos los días de la semana. Una vez que sepas qué quieres cambiar, valora las posibilidades reales de conseguirlo. Si el objetivo no es realista, no solo no lo vas a conseguir, sino que, además, te vas a frustrar al hacer un esfuerzo que no te va a llevar a ningún sitio. Puedes establecer diferentes plazos para tus objetivos. El ejemplo del deporte es muy útil aquí. Si no haces nada de deporte, empieza por realizarlo dos días por semana, y en tres meses ya podrás añadir un tercero o cuarto.
Deja que en tu cabeza repose la idea del cambio de hábito que quieres realizar y establece un momento para comenzarlo. Los principios de mes o de semana siempre ayudan a sentirnos más motivados, como ocurre al comienzo del año o del curso escolar. Y, en la medida que sea posible, mejor comenzar a el cambio por la mañana que a última hora del día. Evidentemente, si el cambio tiene que ver dejar las pantallas dos horas antes de ir a dormir para conseguir un sueño más reparador, no podrás adelantarlo a la mañana.
Para eso, lo que importa es la planificación. Debes saber qué horario necesita el cambio de hábito para llevarse a cabo y, como decimos, de manera realista, realizarlo en la franja del día que le corresponde. Si se trata de llevar al trabajo comida casera, a lo mejor debes reservar dos horas de la tarde para comprar y cocinar para el día siguiente.
Las pequeñas recompensas forman parte del refuerzo positivo, tan necesario para mantener la motivación cuando estamos realizando un esfuerzo por cambiar hábitos. Con el tiempo podrás prescindir de ellas sin apenas darte cuenta, y significará que el nuevo hábito ya se ha convertido en rutina y no las necesitas.