Las relaciones de pareja son complicadas, qué duda cabe. Además, han evolucionado en los últimos tiempos a toda velocidad, con muchos avances para que sean relaciones cada vez más sanas. Al mismo tiempo, hemos sido capaces de poner el foco en comportamientos que, si se sistematizan, se convierten en dinámicas que impiden el desarrollo sano de ambos miembros de la pareja. Una de las que debemos evitar es el conocido como “Síndrome de la Sirenita” y que toma su nombre del personaje de Disney, la sirena Ariel que, de manera literal, entrega su voz para conseguir al hombre del que está enamorada.

Piensa en cuando viste la película: puede que te pareciera romántico, pero seguramente te resultó más peligroso e inconsciente que otra cosa. Si trasladamos esto a la vida real, de manera metafórica, nos encontramos con un comportamiento muy peligroso que no debe darse y, si está ocurriendo ya, es esencial identificarlo para erradicarlo lo antes posible. Te contamos qué es este síndrome y por qué puede llevarte a una dependencia emocional que puede terminar por anular tu personalidad sin que te des cuenta. 

Según la cirujana y especialista en psiquiatría Rocío Barrios, el síndrome de la Sirenita se da cuando una persona renuncia a aspectos importantes de su vida o a sus expectativas personales para complacer y satisfacer los deseos de su pareja. De alguna manera, se podría decir que renuncia a su voz para complacer al otro.

Según Barrios, este comportamiento supone “donar la capacidad de decidir, de tener criterio y de ser autosuficiente a cambio de un imaginario ideal del amor”. Puede que, hasta que no te paras a pensarlo, no seas capaz de detectar cuánto puedes llegar a ceder en una relación por miedo al rechazo o por haber vivido, en algunas ocasiones, en entornos en que la autoridad era muy rígida y se han asimilado determinados comportamientos. 

Cuando hablamos de la importancia de detectar este síndrome para ponerle fin es porque no se trata de comportamientos ocasionales. Y esto quiere decir que quien cede su voz pasa a depender emocionalmente del otro, poniendo en peligro su equilibrio interno y sus capacidades individuales. Y es que, tal y como afirma Barrios, “cuando uno se excede en entregar, no permite recibir, lo que genera un desbalance emocional”. La salud mental se ve dañada con esta situación, afectando a la autoestima y la propia relación de pareja, que al ser desigual ve peligrar su estabilidad.

Los comportamientos que se asocian al síndrome de la Sirenita pueden pasar desapercibidos en el día a día, porque son gestos cotidianos que, una vez que se modifican, son difíciles de revertir. Son renuncias que resultan pequeñas, pero lo son solo en apariencia: cambiar hábitos que son propios, modificar el estilo al vestir o dejar a un lado metas profesionales, relaciones personales o aficiones. Esto es algo que puede pasarle a cualquiera, el problema es cuando se hace para complacer a la pareja. 

Según la experta, cuando hacemos estas renuncias, sentimos en nuestro interior un impulso de autorregulación crítica que ella simboliza en el personaje de Úrsula, la bruja que vive en las profundidades marinas y que no impulsa a la dependencia emocional y a la autonegación. 

Cuando estamos en una relación de pareja es conveniente reconocer las señales de alerta que pueden potenciar el desequilibrio entre ambas partes. Si sientes que hay una renuncia personal que está motivada por tu deseo de complacer al otro o no existe una reciprocidad emocional, es el momento de echar el freno y buscar apoyo de tipo profesional para erradicar este comportamiento.

Es necesario realizar un trabajo que nos permita recuperar la autoestima, volver a conocernos a nosotros mismos y autoafirmarse en ese conocimiento. Nuestra voz interna, aquello que hemos perdido al entregar a nuestra pareja, debe volver a sonar, y para eso tiene que fortalecerse y reconocerse como una voz propia. 

Se habla mucho de la importancia de mantener el equilibrio en la pareja para que la relación sea saludable y rica para ambos. ¿Y cómo se consigue? Aunque una pareja necesita de un espacio y proyecto común, mantener los espacios y motivaciones individuales es imprescindible. Así se puede preservar la propia identidad que, curiosamente, es la que al sumarse con la de la otra persona enriquece la relación. Y porque, sencillamente, nunca debemos dejar de ser quienes somos por adaptarnos a nadie.

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