Es casi un clásico en las novelas, las series y las películas. La persona protagonista vive un momento de crisis vital y decide reencontrarse viajando. Hace las maletas y encuentra la base para una nueva vida, las lecciones importantes que necesita o hasta el amor en algún lugar encantador de la Toscana, del sur de Francia o del destino paradisíaco que se le haya ocurrido a quienes han escrito el guión.
Y si estas historias se repiten es, justamente, porque confiamos cada vez en el turismo y su poder transformador y sanador. Menos Trankimazin y más maletas, vuelos y billetes de tren. Sin embargo, esas expectativas no son del todo exactas.
Si la pandemia supuso, por razones obvias, un freno en el turismo, las cifras de viajeros están ahora ya más que recuperadas. Según el Barómetro de ONU Turismo del Turismo Mundial, el turismo mundial ha recuperado ya el 98% de los niveles previos a la pandemia. De hecho, el organismo espera que, a pesar de las crisis económicas y climática y la inestabilidad geopolítica, sigamos viajando intensamente. Se convierten en preocupaciones mucho menores ante nuestras vacaciones.
Viajar nos entusiasma. Es, junto con estudiar, comprar y cuidar de las mascotas, una de las prioridades de gasto de la población española, como confirma el estudio sobre hábitos de gasto en Europa que el banco N26 presentaba hace unos meses.
Cuando viajamos buscamos descubrir lugares y vivir experiencias memorables, pero también cada vez más algo más profundo. Según datos de IAB Spain, una de las cinco tendencias que están cambiando ahora mismo los viajes es el llamado “turismo de transformación”. “Son muchos los viajeros que buscan experiencias que les permitan crecer personal y profesionalmente”, explican. Así, aumentan los retiros de yoga, meditación, mindfulness o programas de bienestar en entornos naturales.
En paralelo, han crecido las expectativas de que los viajes nos ayuden a sentirnos mejor y a reducir el burn-out, la fatiga o la ansiedad. ¿Es el estrés en el que vivimos día a día o son las expectativas creadas por las redes sociales las culpables de estas elevadas expectativas? “La idea del viaje como una fuente ‘mágica’ de bienestar emocional se ha popularizado por una combinación de ambas”, apunta la doctora Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España. Ante las estresantes demandas del día a día, buscamos algo que nos proporcione “una desconexión rápida y profunda”. “Los viajes parecen ser una vía de escape ideal”, indica. Las fotos idílicas que vemos en los social media refuerzan la idea.
La doctora Silva señala que viajar para desconectar no está, de entrada, mal y “puede ser incluso terapéutico y necesario”. “Lo que no podemos hacer es caer en la falacia de que determinado viaje nos va a hacer felices o nos va a llenar a largo plazo”, señala.
De hecho, dotar a los viajes de un poder tan elevado y tener unas expectativas tan profundas lleva a que el propio turismo se convierta en una potencial fuente de tensiones. Si cuando llegas al destino no te encuentras con esa solución mágica a todos los problemas esperada, se puede sentir “frustración o vacío”.
Incluso, preparar esas vacaciones se puede convertir en una fuente nueva de problemas. “Las expectativas irreales sobre cómo debería ser el viaje pueden generar mucha presión y estrés”, indica la experta. Nos obsesionamos con alcanzar el ideal esperado y nos olvidamos de desconectar y de relajarnos, de disfrutar el momento. “Esto puede hacer que el viaje deje de ser una experiencia relajante y se convierta en una fuente de ansiedad por tratar de hacer todo perfecto o por no cumplir con la idea preconcebida de lo que un viaje debe ser”, apunta.
De hecho, hay quien ya habla de “turismo frenético” para definir cómo viajamos en la actualidad, con una lista inmensa de lugares y experiencias que debemos hacer y compartir en las redes sociales. En lugar de desconectar, las vacaciones se convierten en una yincana de actividades y agravan el problema.
Por eso, las fuentes expertas recomiendan viajar “con los pies en la tierra”, escogiendo destinos y actividades de forma realista. Ahí se incluye también el diseño del itinerario: se deben evitar expectativas poco alcanzables (como verse todo lo importante de una gran ciudad en un día) y priorizar en cambio el bienestar personal. Olvidarse de las redes sociales ayuda a viajar con más calma y también a no obsesionarse con el “viaje perfecto”. Al fin y al cabo, lo importante en las vacaciones es la desconexión y la relajación. Dejar tiempos muertos en el itinerario para descansar y no hacer nada ayuda.
Si el turismo no es una solución a largo plazo para el estrés o la ansiedad, ¿dónde está la clave para afrontar estos problemas? “El verdadero cuidado de la salud mental no depende de grandes eventos o escapadas, sino de pequeñas acciones diarias”, insiste Silva. La doctora recomienda hacer ejercicio regularmente, meditar, cultivar relaciones significativas o buscar apoyo psicológico cuando es necesario como potenciales buenos hábitos.
“Es importante trabajar en el equilibrio interno, en la reflexión y en el autocuidado diario para tener un bienestar duradero”, aconseja. “Los viajes pueden ser parte de esta estrategia, pero no deben ser la respuesta a todos nuestros problemas y la única vía para encontrar la paz mental”, recuerda.
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