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Señales de que una amistad se está acabando: "En estas relaciones importa el presente, el aquí y ahora"

Cuando en 2023 internet se obsesionó con la frecuencia con la que los hombres piensan en el Imperio romano, mucha gente empezó a preguntarse por el equivalente femenino de ese pensamiento recurrente. ¿Cuál es el Imperio romano de las mujeres? Entre las respuestas más repetidas (que te secuestren, la nariz de Paul Mescal, Taylor Swift), una parecía especialmente universal: las examigas.

Las causas para el final de una amistad pueden ser muchas, desde una discusión fuerte que hace que todo se rompa en mil pedazos hasta el más común distanciamiento por cosas de la vida. “Las razones por las que se terminan relaciones de amistad no son del todo claras, posiblemente porque estas relaciones tienden a considerarse un tanto ‘flexibles’ y no hay normas institucionales que regulen su inicio y final. Igualmente, existen un sinfín de estilos para determinar y finalizar este vínculo, y no suelen ser relaciones mutuamente excluyentes”, señala Laura Rico, profesora del Máster Universitario en Psicología General Sanitaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), mencionando un artículo académico sobre las amistades que se acaban.

Esa poca definición con la que se disuelve este tipo de vínculo contribuye también a que pensemos en ellos con frecuencia. “La mayoría de las veces el fin de una amistad se va deshilachando poco a poco y no siempre da pie a ese diálogo final. Ello explica que mucha gente arrastre consigo la herida no curada de una amistad perdida”, explica la psicóloga y escritora Valeria Sabater. Pero ¿cuáles son las señales de que una amistad está llegando a su fin? ¿Cómo darse cuenta?

“Lo que noto es que cada vez inician ellos menos el contacto, que escriben menos si tú no lo haces”, cuenta Ana, que admite que en sus amistades perdidas la culpa la tienen sobre todo la distancia física y el tener formas distintas de vivir este tipo de relación. Ella se confiesa muy analógica y le cuesta mucho estar al nivel de las expectativas de otras personas que esperan “que estés 24/7” conectada en WhatsApp o redes sociales. Con la mayor parte de sus amigos que viven lejos esto no supone un problema, pero sí se ha encontrado con gente que no lo entiende o que cree que, incluso después de hablarlo, eso no va a ser así. “Supongo que es como cuando tienes una pareja a la que le dices, por ejemplo, que no quieres tener hijos y te dice que perfecto, pero luego se sorprende de que no cambies de idea. Tengo la sensación de hay gente que cree que no vas a ser así, aunque se lo hayas dicho”, explica.

Después de esa pérdida paulatina de contacto, nota que, cuando sí lo hay, muchas veces no va más allá. “Te das cuenta de que cuando escribes, una vez cada mil años, ambos necesitáis contaros un testamento tal que a veces acabamos recurriendo a frases hechas como ‘por aquí todo como siempre’, ‘sin mucha novedad’, así que a veces la cosa se va enfriando”, añade. Después, cuando sí coinciden en un mismo lugar, el café que se propone no llega a producirse (o, directamente, no se propone). Con otras personas, eso sí, aunque haga años que no se ven ni escriben, en el momento de quedar es como si el tiempo no hubiese pasado y “todo es genial”.

En ese mismo artículo que mencionaba antes Laura Rico, los autores concluyeron que los factores personales, situacionales e interpersonales podrían interactuar en la ruptura de las amistades. “Seguramente las relaciones que sobreviven a mudanzas a lugares lejanos incluyan factores como contacto virtual, frecuencia de contacto, visitas ocasionales, entre otros, que puedan ayudar a prolongar en el tiempo dicha relación”, señala la profesora de la UNIR.

Es frecuente que una parte de esas figuras tan significativas para nosotros cambien y hasta desaparezcan con el tiempo

Pérdida de confianza o malestar al juntarse

Que a los cuarenta años nuestro círculo más cercano de amigas y amigos no sea el mismo que a los diez es de lo más normal. “Hay amistades que van y vienen en nuestro ciclo vital y otras, sin embargo, permanecen a nuestro lado una vida entera”, resume Valeria Sabater. “Es frecuente que una parte de esas figuras tan significativas para nosotros cambien y hasta desaparezcan con el tiempo. Las personas, más que cambiar, maduramos, surgen nuevos intereses e inquietudes y de pronto, en ese viaje existencial, nos damos cuenta de que ya no encajamos con ciertas personas. Y que ocurra esto es natural”, añade.

Sobre las señales que anuncian que ese vínculo no tiene ya mucho futuro o que ya no es lo que una vez fue, la psicóloga explica que la pérdida de confianza es el principal. Similar a ese recurrir a un “sin novedad” que mencionaba Ana, Sabater habla de cómo “al final llega un día en que, cuando te ves en la necesidad de compartir algo, ya sea una alegría o una preocupación, te das cuenta de que ‘Mónica’ ya no es la primera persona a la que deseas enviar un mensaje. Y no porque la aprecies menos, sino porque crees que ‘Sara’, tu compañera del trabajo, te entenderá mucho mejor”.

Hay amigos que pertenecen a versiones anteriores de nosotros mismos con las que ya no sintonizamos. Y eso es del todo normal

En ese mismo proceso, continúa la psicóloga, ves también que hay quien ha dejado de estar presente, como notaba Ana (y admite que notarán muchas personas sobre ella). “Te vas dando cuenta de que ‘Carmen’ o ‘Pablo’, por razones que desconoces, han dejado de estar tan presentes en tu vida. Ya no hay una interacción tan cotidiana, dinámica y cercana, no percibes un interés sincero en ellos y esto, aunque te frustra, también te hace ver que las personas tomamos nuevas rutas con el tiempo, que preferimos la cercanía de nuevas amistades porque sus inquietudes y aficiones se ajustan más a la persona que somos ahora. Hay amigos que pertenecen a versiones anteriores de nosotros mismos con las que ya no sintonizamos. Y eso es del todo normal”, explica Valeria Sabater.

Aun así, es normal también querer salvar algunas amistades si notamos que empiezan a flaquear. Cuando Ana explica que ella lleva mal la vida digital y que estará menos presente por esa vía lo hace, en parte, porque quiere que el vínculo sobreviva a la distancia y no se entienda su silencio o falta de interacción constante como una falta de interés. Pero hay que saber también cuándo soltar el cabo y dejar que la otra persona se aleje. “Hay amistades que merecen ser salvadas y otras no. De hecho, es muy frecuente ver a muchas personas pasarlo mal por esos amigos de la infancia a los que se resisten a dejar ir, a pesar de las traiciones y los desaires”, señala Sabater. 

El hecho de conocer a alguien desde siempre no te obliga a tenerlo en tu vida. El haber compartido infinidad de anécdotas maravillosas con alguien no te obliga tampoco a mantenerlo en tu vida cuando empieza a descuidarte y tratarte mal. En una amistad importa el presente, el aquí y ahora, y si sus acciones o inacciones te hacen daño, es momento de una despedida”, concluye. Laura Rico coincide: “Desde mi punto de vista, es de gran relevancia pararnos a reflexionar cuando una relación de amistad no aporta ningún beneficio, te hace sentir incómoda o incómodo o trasgrede barreras de agresión física o psicológica”. 

El hecho de conocer a alguien desde siempre no te obliga a tenerlo en tu vida

¿Cómo poner fin a esa relación? ¿Desaparecemos sin más? Lo ideal es tener una conversación final, defiende Sabater, “expresar lo que sentimos y pensamos con respeto y asertividad, para dar forma a una despedida que permita dar un cierre a esa etapa de manera saludable”. Por otra parte, Rico recuerda la posibilidad de contar con la ayuda de profesionales de la salud como psicólogos “que pueden guiar a lo largo de estos procesos”. Y, por supuesto, el consejo Divinity: pensar en todas esas amistades, nuevas o viejas, que sí conservamos y aportan valor a nuestra vida. Ellas nos ayudarán también a vivir mejor el proceso.

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