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Qué son los vampiros emocionales y cómo manejarlos: "Mi amiga me dejaba drenada y casi sin vida"

Cada vez que Lorena volvía a casa después de haber quedado con la que era en aquel momento su amiga más cercana, se sentía agotada. No era un agotamiento físico, sino “más bien mental”, y tampoco era el cansancio feliz que nos envuelve después de algunas actividades. “Me sentía mal, sin ganas de nada, y notaba hasta algo de odio hacia mí misma”, recuerda. Poco a poco llegó a la conclusión de que aquella amistad no le convenía y le fue dando largas hasta distanciarse por completo y "romper" con ella. Nunca le dijo nada porque no le apetecía un conflicto. Ahora, años después, cree que su examiga era una vampira emocional. “Me dejaba drenada y casi sin vida”, asegura.

¿Qué son exactamente los vampiros emocionales? ¿Existen de verdad o es una etiqueta sin sentido? “Desde la psicología, el término ‘vampiros emocionales’ no es un diagnóstico clínico, sino una metáfora para describir a personas que, intencionada o inconscientemente, tienden a generar un impacto emocional negativo en quienes les rodean”, resume la doctora en Psicología Iratxe López, directora del centro Iratxe López Psicología, en Bilbao. La experta enumera algunas características que suelen presentar estas personas: la búsqueda constante de validación, apoyo o atención; una falta de empatía que les impide reconocer o considerar las necesidades emocionales de otras personas; patrones de comportamiento manipulador, usando la culpa, la victimización o la crítica como herramientas para satisfacer sus necesidades, y una negatividad constante.

Por otra parte, antes de acusar de vampiro emocional a cualquier persona con la que estemos teniendo un conflicto, es necesario pararse y pensar si no estamos simplemente aplicando una etiqueta que está de moda para evitar afrontar una situación complicada. López explica que ese reparto de etiquetas como "tóxico" o "narcisista", sin un rigor psicológico real, puede ser “una forma de evitar reflexionar sobre nuestras propias emociones o conflictos en una relación”. Más que a personas, ella prefiere referirse más a "situaciones" y "relaciones" tóxicas. Al fin y al cabo, todos y todas en algún momento de nuestra vida hemos caído en este tipo de patrones.

En muchos casos, eso sí, la acusación sí tiene base. La popularización de este tipo de etiquetas nace también de cambios en la sociedad que hemos visto en los últimos años, que hacen que ya no aceptemos conductas que estaban muy normalizadas “por cultura o educación" y que "generan daños emocionales", señala la psicóloga María Martín, directora del centro de terapia online Psicología en el bolsillo. "Estamos empezando a ‘desnormalizarlas’ y esto es positivo. Un ejemplo es excusar a nuestros padres cuando tienen personalidades o rasgos narcisistas, egoístas o tóxicos, por el hecho de ser nuestros padres”, explica.

Existen además factores, como una sociedad cada vez más individualista, que explican que este tipo de conductas no sean algo extraño. “Estamos normalizando, y llevando al extremo en muchos casos, el ponernos en el centro de nuestras vidas a nosotros mismos y nuestras necesidades”, explica Martín. Eso hace que olvidemos que tenemos enfrente a una persona que también tiene sus necesidades. Si no somos capaces de verlas, reconocerlas, y hacer que convivan, “estamos creando una brecha que nos ciega a los demás”.

¿Cuánto daño puede hacer un vampiro emocional?

¿Qué pasa cuando tenemos a un 'vampiro emocional' cerca? Depende mucho de las personas y del vínculo. “Si hay manipulación, es probable que las personas de alrededor se sientan confundidas. El agotamiento emocional también es frecuente, ya que estar siempre ‘dando’ sin recibir puede generar cansancio, estrés o frustración. Las críticas constantes o la invalidación pueden hacer que la persona se cuestione su valía y tenga un efecto en su autoestima. La ansiedad o culpa también pueden ocupar su espacio, especialmente si la relación está marcada por la manipulación emocional”, resume Iratxe López.

Además, cuanto más estrecho sea el vínculo, mayor será el daño, añade María Martín, que pone como ejemplo las relaciones de pareja en las que se convive cada día con manipulación y conductas tóxicas. “Se generan daños que en algunos casos son ‘irreparables’ en quienes los sufren”, indica. La duda constante sobre una misma o los desplomes en la autoestima pueden hacer que la víctima abandone la mayoría de sus otras relaciones de amistad o familiares, sus proyectos familiares y aficiones, además de generar trastornos de ansiedad y depresión. “También es frecuente encontrar estrés postraumático en estas personas, debido al impacto emocional de la manipulación y las agresiones emocionales, que continúa incluso tras romper el vínculo y que reaparece en relaciones futuras boicoteando que puedan establecerse nuevos vínculos sanos en el futuro”, añade Martín.

En estos casos extremos como estos, es conveniente romper el vínculo, pero ¿cómo saber cuándo debemos hacerlo y cuándo la cosa puede tener solución? “Influye mucho el momento vital en el que estemos cada persona”, asegura la doctora Iratxe López. “Si yo estoy pasando por un mal momento o necesito dedicarme mucho tiempo a mí misma, posiblemente corte antes esa relación”, añade. Aunque se trata de un tema muy personal e individual que depende mucho de cada caso, la experta propone tres indicadores que es bueno valorar:

  • Si tus límites son ignorados repetidamente.
  • Si el impacto en tu bienestar emocional o mental es constante.
  • Cuando existe un patrón de manipulación o abuso

 Si bien “algunas relaciones se pueden mejorar a través del diálogo y la terapia”, en otros casos es mejor “priorizar el autocuidado y tomar distancia”, explica López. Pero no siempre es necesario cortar la relación, ya que en ocasiones “hablar las cosas, expresar nuestras necesidades y poner límites” puede funcionar. Si no se consigue, sí se puede valorar esa ruptura, como acabó haciendo Lorena, que asegura que en su momento no se vio con fuerzas para señalarle a su amiga su comportamiento.

¿Y si soy yo el vampiro emocional?

En este reparto de etiquetas acusatorias, pocas veces nos paramos a examinar nuestro propio comportamiento para ver si somos nosotras las que estamos drenándole la energía a otra persona. Sin embargo, ambas psicólogas coinciden en que todos en algún momento de nuestra vida somos, de forma más o menos consciente, los vampiros emocionales de otros. “Todos tenemos heridas y hemos aprendido estrategias para protegernos que pueden dañar a otros”, indica María Martín. Sobre la posibilidad de comportarse de ese modo sin darse cuenta, Iratxe López señala que, como se trata de algo que a veces tiene raíces en la propia historia emocional, “como inseguridades, necesidades no cubiertas o patrones aprendidos en la infancia”, si no nos conocemos bien podríamos caer en esta 'vampirización de nuestros vínculos'.

Esto no significa que todas las personas que se comportan así lo hagan sin saberlo. López divide a quienes sí lo son conscientes en dos grupos: las que saben que lo hacen y no les gusta (pero siguen haciéndolo), y en las que lo hacen de forma consciente y no se arrepienten. Es decir, hay personas con las que se puede intentar hablar: hacerles ver su comportamiento y cómo nos afecta e intentar así mejorar las cosas. Eso sí, Iratxe López recalca que hay que tener claro que, “independientemente de que la persona sea consciente o no, no podemos tolerar ciertos comportamientos. Es decir, que el decir ‘lo hago sin querer’ no sirva como excusa”.

¿Y qué ocurre cuando alguien nos echa en cara que, efectivamente, la persona tóxica somos nosotras? “Para mí aquí lo más importante sería responsabilizarnos de nuestros actos”, señala López. “Si alguien nos señala algún comportamiento que le ha molestado nuestro, nos solemos poner a la defensiva y nos justificamos. Rara vez nos detenemos a escuchar a la persona que tenemos delante. Escuchar de verdad y con interés. También es importante conocernos a nosotros mismos, saber cómo manejamos determinados temas, cómo vinculamos con el otro, qué esperamos de las relaciones sociales… También podemos observar cómo reaccionan las personas tras pasar tiempo con nosotros: ¿parecen cansadas o distantes? ¿se sientes libres de ser ellas mismas? ¿nos cuentan lo que sienten sin filtro?”, elabora. Además, debemos intentar ser humildes y reconocer nuestro error. “Debemos saber que no somos seres de luz todo el tiempo, que tenemos nuestras sombras y que, de vez en cuando, pueden salir. ¿Significa esto que somos malas personas? No. Podemos reparar el daño ocasionado y no volver a repetirlo”, añade.

María Martín está de acuerdo, y añade que debemos intentar estar “abiertos y receptivos, sobre todo cuando recibimos feedback de personas que nos quieren, para poder observar en nosotros mismos esas actitudes y corregirlas”. Por último, ambas señalan que en muchos casos es buena idea acudir a terapia, tanto si pensamos que estamos dañando al otro como cuando notamos incomodidad en un vínculo y no sabemos detectar exactamente qué es lo que falla.

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