Manguitos, flotadores o chalecos: ¿qué es más seguro para los niños?
Todo lo que podamos hacer para que los niños están más seguros en el agua será bienvenido
Escoger un complemento inadecuado puede proporcionar una falsa sensación de seguridad
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La seguridad es esencial en todos los aspectos de la vida, pero cuando hablamos de los niños y evitar riesgos de ahogamiento, es todavía más importante. Todos queremos escoger la opción más segura, la que nos ayuda a lanzarles a la piscina con mayor tranquilidad, por eso escoger el complemento adecuado se convierte en una prioridad.
Todos los expertos coinciden en que la opción más segura son los brazos de un adulto responsable, estar a su lado mientras esté en el agua y no perderle de vista en ningún momento, incluso cuando ya comienzan a desenvolverse con cierta soltura.
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Sin embargo, añadir unos manguitos, flotadores o chalecos puede añadir un extra de seguridad que puede ser esencial para la tranquilidad del adulto, pero ¿cuál es la opción más segura?
¿Manguitos, flotadores o chalecos?
Si empezamos la lista con los menos seguros, aquí nos encontramos los flotadores. Aunque sean las opciones que siempre han estado allí, lo cierto es que en general están diseñados para el ocio, para jugar con ellos y no para proteger la vida de los pequeños cuando están en el agua. Les ayudan a flotar, eso es evidente, pero también tienen un sistema que resulta poco seguro, porque pueden soltarse con facilidad.
Los manguitos son una opción segura, siempre y cuando se empleen de manera correcta: tienen que estar bien hinchados y colocados en su lugar. Su mayor inconveniente es que no resultan demasiado confortables para el niño, no pueden mover los brazos con comodidad y se corre el riesgo de que puedan salirse si no están en colocados correctamente. Evita dejarlos al sol y revísalos de vez en cuando para asegurarte de que no se han pinchado.
Las burbujas y los churros no están recomendados para niños demasiado pequeños o que todavía no sepan flotar en el agua. En el caso delas burbujas, tienden a colocar al niño en posición de natación, por lo que podría darse la vuelta sin darnos cuente. Si el niño ya tiene cierta soltura en el agua, el churro puede ser un buen recurso para ayudarle a seguir aprendiendo.
Los chalecos son una de las opciones más seguras, siempre que sea homologado, de la talla adecuada y se ajuste al tamaño del peque. Garantizan una buena flotabilidad y deja libres sus brazos para que puedan ir aprendiendo a desenvolverse en el agua.
Ninguno de estos sistemas, ni siquiera el más seguro de ellos, evita por completo el riesgo que pueden suponer que el niño esté en el agua, por eso conviene señalar una vez más que es esencial no perderles de vista, así como enseñarles a nadar cuanto antes. Se recomienda que sea a partir de los cuatro años, pero hay cursos de natación para niños más pequeños (entre 1 y 3 años) adaptados a su edad y que pueden ayudarles a evitar miedos y problemas en el agua.
Hacerles ver que siempre hay que cumplir las recomendaciones de los socorristas y, en caso de estar en la playa, escoger lugares donde la seguridad para ellos sea máxima, con aguas poco profundas y evitando las corrientes.