En Divinity hemos charlado con nuestra psicóloga de confianza para que nos explique cuáles son los pros y contras de criar en brazos, lo que también se conoce como porteo.
No se trata de un concepto novedoso, ni mucho menos, lo moderno sería el carrito. El primer vestigio que se tiene del porteo o crianza en brazos es una pintura sobre estuco, que pertenece al Antiguo Egipto del año 1.400 a.C. Muestra una mujer y un bebé que está enrollado con unas bandas sujetas a su pecho, mientras parece que ella recolecta los frutos de un árbol.
Tal como el dibujo refleja, criar en brazos consiste en “mantener al bebé cargado y protegido junto al pecho de su padre o madre, ya sea en brazos o en el portabebés, siempre que no esté comiendo, durmiendo, bañándose o haciendo alguna otra actividad”, explica Patricia J. Díaz, psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. La finalidad de la práctica ancestral del porteo es “que el pequeño se sienta acompañado y protegido durante la mayor parte del día”, apunta la psicóloga.
Son varias generaciones, sobre todo las de mayor edad, a las que la crianza en brazos todavía les resulta chocante; consideran este método como un atraso por “la dependencia absoluta que genera tener a todas horas el bebé en brazos”. Sin embrago, actualmente, la mayoría de las matronas y profesionales médicos especialistas en este campo recomiendan coger al niño en brazos cuanto más mejor y olvidarse de las típicas frases tan redichas: “No le cojas tanto que se acostumbra” o “lo vas a malcriar”.
La realidad es que el bebé ha estado nueve meses en el vientre de su madre y el mundo exterior le resulta totalmente hostil, frío y extraño. “El porteo busca regresar a los orígenes de la maternidad y fortalecer la confianza del bebé desde su nacimiento”, incide Patricia J. Díaz. “Ha nacido inmaduro y totalmente dependiente de sus padres y por ello necesita su cercanía”, añade. Esta práctica busca “reproducir de alguna manera las condiciones que la criatura estaba viviendo en el útero, porque se considera que el bebé humano nace prematuro”.
Además, está demostrado que “genera beneficios a nivel físico, mental y emocional”, constata la experta y se reafirma con su propia experiencia: “Yo misma he criado a mi hija de esta forma y la experiencia ha sido maravillosa. La he disfrutado tanto como he querido cada día y ella de mí y de su padre”.
La misma Organización Mundial de la Salud recomienda el porteo por las ventajas tan significativas que proporciona tanto al bebé como a la madre desde su nacimiento hasta que comienza a dar sus primeros pasos. Tal como este organismo subraya el contacto piel con piel crea un vínculo especial beneficioso a corto, medio y largo plazo; fortalece la confianza del niño desde su llegada al mundo; facilita la lactancia materna; y se puede iniciar en el mismo hospital. En 2004 publicó una guía sobre el Método Madre Canguro, en la que se desarrollan todos estos beneficios de mantener al bebé muy cerca de su mamá.
Según ahonda J. Díaz, “el porteo favorece la lactancia materna porque estimula el apetito del niño y regula las horas de alimentación”. De la misma manera, mejora la digestión y alivia los cólicos que le producen los gases gracias a la posición del bebé en brazos. Ese contacto directo le transmite tranquilidad, seguridad y calma para el descanso. “También mitiga su llanto, mejora su actividad respiratoria y disminuye el estrés”, dice la psicóloga. Incluso ayuda a estimular sus sentidos de forma natural y a su desarrollo neuromuscular.
Por otra parte, el porteo permite la correcta formación del cráneo y minimiza el riesgo de plagiocefalia, que supone el aplanamiento de la cabeza. Cuando un pequeño permanece mucho tiempo tumbado y en la misma posición puede deformarse su cráneo y por ello los profesionales sanitarios siempre insisten en que se les cambie de postura a menudo mientras estén en la cuna.
Las teorías que aseguran que la crianza en brazos es contraproducente para el niño se apoyan en que agudiza su dependencia y un apego extremo a sus padres que a la larga le genera problemas de socialización y de seguridad en sí mismo. Igualmente, consideran que cargarlo en brazos en todo momento le sobreprotege, le impide desarrollarse libremente e interactuar con otros niños y adultos de manera independiente.
J. Díaz insiste en que “el bebé nace dependiente, no es que su madre lo haga más dependiente por cogerlo muy a menudo en brazos”. Y añade: “Ambos necesitan ese contacto, sobre todo el pequeño para ir madurando”. Esa cercanía a sus padres permite que empiece a percibir el mundo como un lugar seguro a partir del vínculo amoroso que se desarrolla. “Los papás atienden sus necesidades, ya no solo de alimento, sino de afecto, cariño y calor térmico, gracias a lo cual empieza a regular sus emociones y el lloro”.
Además, a medida que va creciendo va siendo más autónomo, quiere explorar y hacer cosas por sí mismo lejos de los brazos. “Un niño que ya anda, solo pedirá el contacto con sus padres si se encentra mal, se asusta por algo o el entorno le genera desconfianza. En caso contrario, es realmente difícil retenerle en brazos”. Lo habitual es que la fase de porteo concluya cuando empieza a sentarse a jugar y a dar sus primeros pasos. De todo modos, la psicóloga destaca que “la crianza en brazos debe hacerse con sentido común, pues la madre tiente que dormir, ducharse, descansar, comer…”.
Otro de los aspectos que a veces no se tiene presente de la crianza en brazos es la salud mental, los sentimientos y las sensaciones de los padres. “En mi caso –desvela la psicóloga–, yo necesitaba coger a mi hija porque me daba paz. Claro que hay dependencia, porque de mí y de su padre dependía su supervivencia. Lo cierto es que se trata de una dependencia objetivamente real”.
Como sustituto de los brazos, están los portabebés, que se van adaptando al peso del niño manteniéndolo cerca de sus padres, pero protegiendo la espalda del que carga a la vez que les deja brazos y manos libres.