Cuando un bebé nace y comienza a desarrollarse, fuera del útero materno, estamos todo el día pendiente de si lo hace bien o mal y de si está creciendo correctamente para formarse cómo una persona sana. Por eso, es muy probable que nos demos cuenta de cualquier detalle y de si algo no marcha cómo esperábamos. Puede ser que te dé la sensación de que tu pequeño no anda correctamente porque tiene los pies planos, pero, cabe destacar, que no siempre esto será motivo de preocupación. Que tu hijo no camina de forma adecuada puede ser que solo sea una percepción tuya, ya que todos los bebés tienen los pies planos. Eso sí, habrá que estar pendiente por si esto es síntoma de alguna malformación. Esto estará provocado por la laxitud de sus músculos y de los ligamentos y, además, por la acumulación de tejido adiposo en la zona de la planta del pie.
Por eso, no será recomendable valorar la existencia de que tu hijo tiene los pies planos hasta que no haya pasado un tiempo. Es decir, hasta el año o en el momento que comience a andar. Por tanto, se denomina pie plano a aquel donde no existe, o aparece muy discretamente, la bóveda plantar. Este trastorno suele estar unido a un talón valgo. Es por eso que, si al niño se le ve de pie, se observará, muy probablemente, los tales desviados hacia afuera, cómo si estuvieran caídos. Los cirujanos ortopédicos consideran que esta posición de los pies es lo que da la entidad a los pies planos, aunque previamente pueda existir un aplanamiento de la bóveda plantar.
Cabe destacar que, en la mayoría de las ocasiones, se trata de un problema temporal y que, aquellos que se diagnostican a los dos años de edad, tienen una tendencia espontánea a curarse. Esto sucede por el desarrollo progresivo de la musculatura de los pies y de los tobillos, así como de los ligamentos de la zona. Sí que es cierto que, si el problema persiste pasado un tiempo, lo más normal es que el pediatra recomiende que el niño acuda a un especialista ortopédico. Este, con un instrumento específico denominado podoscopio, valorará el grado de deformación de la planta del pie. El pie plano tendrá distintos grados de gravedad. Por ejemplo, el primer grado se producirá cuando el arco longitudinal sea menor que lo normal, pero visible. Por su parte, el segundo grado se producirá una vez que este arco longitudinal ya no sea visible. Por último, en el tercer grado, el arco estará totalmente ausente y la planta del pie será convexa.
En la mayoría de las ocasiones, no será necesario intervenir quirúrgicamente y, durante los primeros seis años de edad, la musculatura y los ligamentos del pie se verán totalmente fortalecidos y el arco plantar se formará completamente. En la exploración, el pediatra revisará si los pies planos son rígidos o flexibles y, para ello, utilizará una sencilla maniobra que consistirá en poner al niño de pie, de puntillas. Luego, observará desde atrás si se corrige la posición del talón, se endereza y si se marca la bóveda plantar, el pequeño tendrá el pie plano flexible o plano fisiológico. Si sucede lo contrario, estaremos hablando de un pie plano rígido. En este último caso, será necesario, complementariamente, otras exploraciones como radiografías e, incluso, un TAC. Esto es debido a que es más probable que exista una anomalía en la arquitectura de los huesos del pie, como una fusión entre los dos huesos o la verticalización del hueso astrágalo.
También, puede ser que el origen de esta complicación sea neuromuscular. Por eso, si el médico observa que el pequeño tiene el pie plano rígido, el niño merecerá una atención especial. Además, con el tiempo, podrá ser necesaria una intervención quirúrgica, aunque será algo excepcional. Cabe destacar que un niño podrá hacer vida normal con su pie plano flexible porque suele desaparecer con el paso del tiempo. Eso sí, en ocasiones, el niño podrá tener ciertas molestias, al correr o andar. En estos casos, habrá que utilizar plantillas correctoras y que evitarán el dolor, aunque no corregirán la forma del pie. También, se podrán optar por ejercicios de rehabilitación y habrá que utilizar buen calzado, que ayude a mantener el talón en una posición correcta.