Durante el embarazo será de vital importancia dejar el sedentarismo de lado. Por eso, lo más recomendable será realizar una rutina de ejercicios que puedan ser variados y beneficiosos, tanto para la mujer como para el bebé. Caminar, por ejemplo, será una actividad fácil, que no requerirá grandes esfuerzos y que aportará grandes beneficios tanto a la mamá como al bebé. Eso sí, siempre bajo supervisión médica.
Caminar ayudará a controlar el aumento de peso, ya que se logrará quemar las calorías sobrantes sin forzar demasiado al organismo. También, andar a buen ritmo hará que se active la circulación sanguínea, previene el edema y sus consecuencias, con puede ser la hinchazón de pies y de las piernas.
Andar reducirá las hemorroides o los efectos del síndrome del túnel carpiano. También, ese balanceo pélvico hará que la cabeza del bebé se encaje y, una vez que esto suceda, la dilatación se verá favorecida por el movimiento. De esta manera, se facilitará el trabajo de parto.
Al fortalecer los músculos de las piernas se llegará al momento del alumbramiento con mucha más fuerza, reduciendo la posibilidad de calambres, que podrían ser de lo más incómodos cuando se está dando a luz.
Al tonificarse el tono muscular y al entrenarse la fuerza y la resistencia se facilitará la recuperación postparto. De esta forma, a la mamá le será mucho más fácil caminar o levantarse sin ningún tipo de ayuda, tanto si ha sido parto vaginal o por cesárea. También, al aliviarse la presión sobre el área pélvica se reducirán las molestias provocadas por la ciática y las hemorroides.
Durante la última etapa del embarazo será muy recomendable salir a caminar con asiduidad y, además, se podrán combinar los descansos con la práctica de esos ejercicios respiratorios.
En todo caso, lo más recomendable será seguir las instrucciones de un especialista. Habrá que caminar a buen ritmo, realizando unos quince minutos de marcha, mover los brazos y colocarlos en alto, con una ropa y calzado cómodos y, además, se tendrá que evitar las temperaturas extremas.