Cuando un bebé acaba de nacer habrá que seguir una serie de cuidados y, sobre todo, habrá que prestar atención por si detectamos alguna anomalía. Lo cierto es que la sordera -o hipocusia- en el recién nacido suele ser poco frecuente en nuestro país, ya que solamente afecta a cinco de cada 1.000 niños, pero será muy importante detectarla y, sobre todo, llevar un seguimiento.
En el caso de que en la familia haya algún antecedente de sordera será normal que, durante el embarazo, se administre algún tipo de medicación para disminuir ese riesgo. También, tendrán más posibilidades de padecer sordera aquellos niños prematuros o que hayan nacido con bajo peso o que hayan sufrido algún tipo de problema durante el parto o tras el nacimiento.
Gracias a los programas de detección precoz se podrá diagnosticar de forma ágil y temprana la sordera. Así, se podrá comenzar con el tratamiento y la estimulación lo antes posible, haciendo que el pequeño desarrolle sus capacidades de comunicación de forma adecuada.
Las pruebas que se realizan en los recién nacidos pueden ser de dos tipos. Por un lado, nos encontramos con las otoemisiones acústicas y, por otro, con los potenciales evocados auditivos. Ambas pruebas son muy sencillas y no provocarán ningún dolor en el bebé. Así, la primera de ellas consiste en la instalación en el conducto auditivo de una pequeña sonda. Esta emite unos sonidos y recoge la respuesta que se produce en una zona del oído denominada cóclea.
Para realizar la prueba se colocarán unos cascos que emitirán sonido y que recogerán la señal que llegan al cerebro gracias a unos sensores que se colocan en la cabeza. Estas pruebas se llevarán a cabo en los primeros días de vida, ya que como hemos comentado la detección precoz será vital. Eso sí, el bebé deberá estar muy tranquilo e, incluso, durmiendo.
En el caso de que los resultados se encuentren entre los parámetros normales querrá decir que el pequeño escucha perfectamente. Las sorderas infantiles suelen estar presentes desde el nacimiento, aunque sí que es cierto que se podrá desarrollar más adelante. Por eso, aunque el resultado sea positivo sí que conviene, si se tienen antecedentes, seguir con el control.
Si, por el contrario, los resultados no entran dentro de la normalidad, no querrá decir que el niño tenga sordera, sino que habrá que remitirlo a un otorrinolaringólogo para realizar un estudio más detallado. Cabe destacar que solamente una pequeña parte de los niños que no pasan el cribado inicial tienen realmente una sordera.
Si hay algún tipo de sordera, el tratamiento comenzará a partir de los seis meses de vida. Es por eso que el pequeño necesitará la ayuda y la colaboración de especialistas en audición, logopedia y en educación.