La adolescencia es un periodo lleno de cambios y retos, difícil para los adolescentes y complicado para sus familias. El trabajo de todo padre es satisfacer las necesidades emocionales de sus hijos, para poder avanzar hacia la siguiente etapa, pero en los años de adolescencia todo se complica: el hijo se vuelve arisco, toma distancia. Todo lo relativo a los padres puede ser entendido como una amenaza.
Varios estudios la encuadran entre los 12 y los 24 años, aunque la edad puede variar. El adolescente se implica socialmente y de golpe, y encuentra emociones que hasta el momento no había conocido, lo que hace que todo llegue mucho más intensamente. Esto puede provocar impulsividad y cambios de humor, que no siempre son fáciles de gestionar. A menudo, los jóvenes renuncian a la guía de sus padres y buscan en sus iguales las referencias para salir adelante y aprender a relacionarse. Esto podría ser señal de una relación dañada, aunque no perdida: nunca es demasiado tarde para reconectar con un hijo. El problema es cómo hacerlo.
Aunque el panorama pueda resultar desolador y, en un principio, desconcertante (todos estos cambios llegan de golpe), también es una buena oportunidad para afianzar vuestra relación. El reto es que pasen por esta etapa con tanta seguridad como sea posible, y encontrar las herramientas para ayudarles de la forma más efectiva que podamos.
Es normal que tu hijo quiera proclamar su independencia, un espacio en el que encontrar quién es y qué le gusta. Esto puede llevarle a rechazar cualquier ayuda o palabra que venga de sus padres. Pero una cosa no quita la otra, y la realidad es que, aunque reniegue de sus padres, emocionalmente sigue necesitándote.
Si respetas que tu hijo ejerza sus opiniones y juicios y aprenda quién es, podrás acceder a su vida sin entrar en imposiciones ni luchas de poder. Si él o ella siente que lo respetas y confías en él, podrá seguir su camino sin que tu figura entre en conflicto con vuestra relación. Esto necesita de mucha empatía y escucha activa, así que lo mejor es que no opines ni aconsejes a no ser que te lo pida. De otra forma, quizás entienda que no confías en su capacidad para resolver sus propios problemas.
Esto no significa que no debas estar a su lado para escuchar lo que quiera decir y empatizar con sus emociones: es importante que se sienta valorado y respetado, para que esté más receptivo a tus consejos y opiniones. En ese sentido, darle nuevas responsabilidades puede hacerles sentir reconocido.
Para la mayoría de los adolescentes, estar disponible no significa recordarles constantemente que estás ahí, si no inconscientemente saber que lo estás, sin condiciones, cada vez que necesite hablar contigo. Solo así estará disponible para explicitar sus necesidades y deseos, sin condicionantes. Por eso es importante encontrar las herramientas y desarrollar las habilidades que permitan estar cerca de los hijos sin agotarles. Frases como “estaré fuera, pero puedes llamarme si necesitas algo”, pueden ayudar.
Lo más importante es mostrarte emocionalmente disponible, con abnegación, lo que puede resultar complicado si tienes otros compromisos laborales o personales. Ellos deben sentir que son lo más importante para ti y que podrán contar contigo en cuanto lo necesiten.
No siempre es sencillo. En ocasiones, tu hijo estará irritable y deberás mantener la calma, sin tomártelo como algo personal ni reprochárselo. La asertividad también es un valor al alza: hay que ser capaz de escucharle y expresar nuestras necesidades, sin condicionar necesariamente la suyas y sin juzgarle o criticarle por las decisiones que pueda tomar.
Tendrás que poner más esfuerzo en crear espacios compartidos con ellos, más acordes a sus nuevos intereses. Esta etapa de cambios necesita acompañamiento; solo así podrán alcanzar su crecimiento emocional.