Comienza un nuevo curso y muchos niños vivirán su primer día de colegio. Este momento siempre es difícil, por eso los llantos, sobre todo los primeros días, son habituales a la entrada de los centros escolares. Tanto si es la primera vez que se despegan de la familia, como si ya han estado en una escuela infantil, la llegada al colegio supone un cambio que requiere de un proceso de adaptación.
Por mucho que nos gustase no tener que pasar por ahí, y deseemos con todas nuestras fuerzas ver a nuestro hijo entrar a clase feliz y despreocupado, esta parte hay que afrontarla con serenidad y actuando de la mejor manera para ayudar a nuestro hijo.
Te contamos qué puedes hacer por él en esos días complicados, y verás como más pronto que tarde los llantos serán parte de todos esos recuerdos que acumulas de su infancia.
Si tú te muestras nerviosa o preocupada porque tenga que ir al colegio lo va a percibir y se contagiará de tu estado de ánimo. Háblale siempre del colegio en tono positivo y mantén la calma en todo momento aunque tu hijo no sea capaz de hacerlo. Porque, aunque no pueda ocultar cómo se siente, necesita ver en ti la seguridad que a él todavía le falta.
Un juguete, un peluche, un muñequito… Que sea tu hijo el que elija qué quiere llevarse al cole. Muchos niños tienen un objeto de apego que llevan consigo a todas partes, y les aporta mucha confianza cuando se sienten ante una situación que desconocen. Si tu hijo no lo tiene definido, seguro que encuentra qué le apetece llevar con él para sentirse acompañado en esta nueva etapa de su vida.
Para no añadir más estrés al comienzo de curso, asegúrate de que en casa las rutinas están definidas, porque si no es así su ansiedad podría aumentar. Id con tiempo, que se acueste temprano y se levante a una hora en la que no se os eche el tiempo encima y pueda desayunar, vestirse y prepararse sin prisa. La noche anterior podéis preparar la ropa, la mochila y todo aquello que le permita dormir seguro y levantarse sin más preocupaciones añadidas.
Es decir, no te asomes a mirarle, ni por la puerta, ni por la ventana para ver qué hace o cómo está. Tanto si se ha calmado, como si no, verte le alterará y no sabrá si es que vuelves a por él, con lo que todo lo que haya avanzado se perderá y habrá que empezar de nuevo. Además, cada vez que se abra la puerta o mire por la ventana pensará que puedes aparecer y el resultado siempre será frustrante. Una vez que te vayas, no regreses si no es por una necesidad real.
Si tu peque llora cuando se queda en el colegio, que tú desaparezcas sin despedirte es una mala idea que acrecentará la sensación de abandono que tiene. No hace falta que lo dilates mucho, pero sí que te despidas y le asegures que vas a volver a recogerle cuando termine el cole. Hazlo sonriente y tranquila, y tu hijo sabrá recibir el mensaje, aunque no sea capaz de contener las lágrimas.
Que tu hijo deje de llorar va a depender de la confianza que consiga encontrar en sí mismo, y puede que eso le lleve un tiempo. Ofrecerle una recompensa, como una chuche o un juguete si deja de llorar no le ayudará a sentirse mejor, ni a confiar en él, que es lo que realmente necesita.