Ansiedad, estrés y oncofagia: evitar que los niños se muerdan las uñas es posible

  • Alrededor del 40% de los menores de edad se muerden las uñas. Para ayudarles a superarlo, es fundamental evitar el reproche.

  • Es importante hablar con ellos, dialogar y tratar de explicarles por qué esta práctica es perjudicial para su salud.

La onicofagia es la costumbre compulsiva de morderse las uñas y también uno de esos malos hábitos bastante más comunes de lo que nos gustaría. Se estima que alrededor del 40% de los menores de edad tiene esta costumbre, un porcentaje que se reduce hasta el 5% en adultos, aunque es frecuente verlo en la población general.

Al margen de las consecuencias estéticas de morderse las uñas, esta práctica puede derivar en otros problemas serios de salud, como lesiones en los tejidos, problemas intestinales o alternaciones en el esmalte de los dientes, tal y como explica el Dr Bujanda, de la clínica dental homónima. En los niños, este hábito se suele adquirir por imitación o estrés; en Divinity.es te contamos cómo mantener a raya esta costumbre tan nociva para ellos.

Aparece pronto

Algunos niños empiezan a morderse las uñas alrededor de los tres o cuatro años y, si no se elimina esa costumbre pronto, después será más complicado terminar con ella. La onicofagia es una manera de focalizar la ansiedad y normalmente asociada a una actividad concreta, como ver la televisión. Si esto ocurre, lo mejor es tratar de averiguar cuáles son esos momentos en que se muerde las uñas, para aplicar una conducta que no sea compatible con la onicofagia, como entrelazar los dedos de las manos o jugar con un objeto pequeño.

Si descubres que tu hijo se muerde las uñas, puedes hacer una serie de cosas para ayudarle a superar esta costumbre tan dañina. En primer lugar, dialoga con él y trata de explicarle por qué le perjudica, adaptando la conversación a su edad. Con un adolescente puedes incidir en la cuestión social, mientras que a un niño pequeño es más sencillo explicarle que así no puede hacer muchas cosas, como despegar pegatinas.

Poco a poco, alértale cuando ocurra, tratando de no reprocharle nada si no de hacerle consciente, y felicítale por sus avances, para no avivar la ansiedad que siente. Si la conducta está muy arraigada, podéis pactar un premio para cuando tenga las uñas largas. Lo más importante es hacerle entender que es un hábito nervioso, tratar de ayudarle y colaborar en la búsqueda de soluciones, para que el proceso sea lo menos estresante posible.

Algún truquillo

Cada niño es un mundo con sus propias circunstancias; lo que funciona para uno no siempre vale para el otro. Si identificas la raíz de la onicofagia de tu hijo en una cuestión nerviosa o de ansiedad, puedes probar a hacer con él ejercicios de meditación o relajación. Plantéaselo como un juego, para que no note tu preocupación, y quizás puedas desviar su atención de las uñas.

Mientras, trata de mantener sus manos lo más limpias posibles y sus uñas recortadas y limadas, para evitar males mayores. Intenta que sus manos siempre estén ocupadas, con juguetes, manualidades o anillos, para que no se las lleven a la boca. También puedes probar con esmaltes amargos, que se aplican sobre la uña y dejan un sabor desagradable, o con productos naturales que pueden reconducir ese hábito, como el ajo o la guindilla. Es muy importante que reforcemos estas conductas con refuerzos positivos, pero no castigándoles, para evitar que se agrave su culpa.

Comprueba la evolución del trastorno y asegúrate de que no desvía estos hábitos hacia otros como morder bolígrafos, rascarse la nariz o fumar. En cualquier caso, si notas que este hábito no se reduce y que refleja otro trastorno o problema, acude al pediatra para que intervenga. En determinados casos, morderse las uñas es síntoma de una ansiedad desmedida, y cuanto antes se ataje el problema, mejor.

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