Las discusiones forman parte de la vida, y no digamos ya de las parejas, tengan hijos o no. negar este hecho no puede traernos nada bueno, porque nos causará frustración cada nueva discusión que tengamos y no dedicaremos el esfuerzo necesario para aprender a gestionarlas de manera positiva. Y esto último cuando se tiene hijos, es vital.
Las peleas de los padres dejan una huella en los hijos que puede afectar a su desarrollo neurológico y emocional, por lo que debemos prestar mucha atención a cuál es nuestra actitud cuando surge un conflicto delante de ellos.
Para un niño sus padres son las figuras de apego, y presenciar discusiones entre ellos en las que predominan la falta de respeto y la agresividad de manera continuada puede afectar seriamente a su autoestima, dificultar sus relaciones sociales y generar miedo, ansiedad y todo tipo de falta de control en sus emociones. Ser espectador de conductas agresivas, aunque sean verbales, entre los progenitores, puede producir el fracaso escolar en el niño o, incluso convertirle en un futuro agresor.
Los niños no reciben las discusiones entre sus padres de la misma manera en todas las etapas de su vida. Cuanto más pequeño es un niño mayores son las consecuencias que puede sufrir a nivel psicológico a causa de las peleas, ya que su referente de protección se ve alterado. Esto les hace sentirse indefensos y angustiados, ya que ellos no pueden hacer nada para solucionar el conflicto. Pueden apreciarse regresiones en el desarrollo evolutivo, y mostrar miedo a dormir solo cuando no lo tenía, volver a hacerse pipí, tener mal humor sin causa aparente o manifestar miedo al abandono. Y todo esto acompañado de la dificultad para reconocer y manejar sus propias emociones.
Durante la pre-adolescencia y la adolescencia las discusiones de los padres también afectan seriamente a los hijos, que pueden terminar volviéndose agresivos ellos mismos y manifestando un fuerte rechazo hacia sus progenitores que complique aún más esta etapa tan delicada del crecimiento. Si las peleas son constantes y continuadas a lo largo de los años, con un aumento de la agresividad, hay menores que llegan a autolesionarse como consecuencia.
Además, los niños que crecen viendo cómo sus padres discuten de manera constante pueden desarrollar una desconfianza hacia las relaciones de pareja que les dificulte mucho las posibilidades de formar una cuando sean adultos.
Hemos hablado de discusiones que se dan de manera continuada pero, por suerte, muchas veces lo que se da son las peleas ocasionales que no hemos sabido cómo evitar o gestionar para que no presencien nuestros hijos.
Cuando esto ocurre, es muy positivo hablar con ellos. Podéis explicarles el motivo de la discusión y que se pueden tener diferentes opiniones que dan lugar a situaciones en las que alguno puede sentirse dañado. Discrepar es algo natural, y hay que mostrarles que se puede hacer de una manera equilibrada y respetuosa.
No tengáis reparo en preguntarles cómo se han sentido al presenciar la discusión, porque expresarlo les ayudará a minimizar el miedo o la angustia que les haya podido causar. Cuando los hijos ven discutir a sus padres pueden pensar que la culpa ha sido de ellos, que a lo mejor uno de los progenitores abandona la casa o que se va a producir una separación. Hablar con ellos es la mejor manera de hacer que estos posibles miedos desaparezcan.
Si durante la discusión ha habido insultos o cualquier tipo de gesto desagradable o agresivo, lo más aconsejable es que haya una disculpa, tanto entre los miembros de la pareja como por parte de esta hacia los hijos.
Que los hijos presencien una discusión entre sus padres no tiene por qué ser siempre negativo. Ya hemos dicho que no estar de acuerdo con las opiniones o acciones de la otra persona es algo natural y hay muchas formas de gestionarlo. Cuando se hace desde el respeto y el autocontrol, presenciar una discusión puede resultar positivo para los niños.
Si estos observan cómo sus padres resuelven sus diferencias sin ningún tipo de agresión, reproche o chantaje emocional, aprenderán que discrepar no tiene por qué ser negativo, que las opiniones pueden ser distintas también en aquellos que se quieren y que se pueden resolver los conflictos sin que nadie sufra por ello.
Estas pautas son recomendables para cualquier discusión, pero imprescindibles si hay niños delante: