Utilizamos tanto el refuerzo positivo como el refuerzo negativo para educar a nuestros hijos, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ellos. Y, por norma general, tendemos a que predomine un tipo de refuerzo sobre otro. Como en todo lo que tiene que ver con la crianza de los hijos, el refuerzo positivo y el negativo influyen en ellos de una manera clara que afecta a su desarrollo psíquico y emocional. Te contamos en qué consiste cada uno de ellos, con sus ventajas e inconvenientes, y con ejemplos claros, para que puedas aplicarlos en su correspondiente medida.
Tal y como su nombre indica, se trata de reconocer de manera positiva aquello que nuestros hijos hacen bien, en cualquier situación. No se trata solo de logros académicos, sino de actitudes y comportamientos del día a día. Desde sacar una buena nota en un examen, hasta hacer su cama, pasando por acabarse la comida del plato o utilizar un “gracias” o “por favor” en el momento adecuado.
Algunas cosas parecen muy evidentes, como el ejemplo de sacar buenas notas en los estudios. Pero el verdadero valor del refuerzo positivo está en aplicarlo en esos pequeños detalles cotidianos que ayudan al niño a marcar un camino repleto de buenas actitudes y que, además, recompense sus esfuerzos.
Cuando le dejamos que elija el su propia ropa o recompensamos con un dulce o un ratito de televisión o tablet, también estamos utilizando el refuerzo positivo.
En muchas ocasiones hacer las cosas bien parece que se da por hecho, pero para un niño, aunque intuya que ha hecho lo correcto, el refuerzo por parte de sus padres le ayuda a confirmarlo y a seguir en esa línea de comportamiento. Esto no solo le será útil en la vida, sino que es un excelente refuerzo para su autoestima.
El principal inconveniente del refuerzo positivo es que si se aplica de manera indiscriminada o cuando no corresponde, el niño puede llegar a pensar que nunca hace nada mal. Y no es conveniente instalar esa idea en su cabeza, porque saber que todos nos equivocamos y que podemos esforzarnos para hacer las cosas mejor es muy importante en cualquier aspecto de la vida.
Si se abusa del refuerzo positivo el niño puede desarrollar un sentimiento de superioridad, que no le conviene en absoluto, y poca tolerancia a la frustración cuando haga algo mal, porque está acostumbrado a pensar que todo lo hace bien.
Este tipo de refuerzo es el que ha imperado en la educación más tradicional y conservadora, y que consiste en señalar, como método educativo, todo aquello que el niño hace mal para que aprenda a hacerlo bien. Este tipo de refuerzo, que se utiliza con la intención de corregir un comportamiento no adecuado, entraña el riesgo de que, no solo no se erradique ese comportamiento, sino que se agrave.
El refuerzo negativo, aplicado por sistema, lleva por norma general a que los padres, para generar un buen comportamiento en todo, terminen viendo las cosas negativas donde no las hay.
Un ejemplo muy claro, parecido al de ver el vaso medio lleno o medio vacío, es si nuestro hijo saca un 5 en un examen. Objetivamente está aprobado, aunque es evidente que el resultado puede mejorar. El refuerzo negativo sería señalar esa nota como un fracaso, mientras que el positivo reconocería el logro, animando a sacar una nota mejor la próxima vez. En el primer caso estaríamos consiguiendo que su autoestima se viera minada, mientras que en el segundo le daríamos confianza en sí mismo para que pueda esforzarse más de ahí en adelante.
Comparar a nuestro hijo con otro niño, para decir que el otro es mejor o hace algo mejor, es uno de los ejemplos más repetidos de refuerzo negativo.
El principal problema de este tipo de refuerzo es que lo apliquemos pensando que vamos a conseguir que el niño aprenda a comportarse debidamente, y que lo que consigamos sea reforzar los malos comportamientos, minando su seguridad y autoestima.
En realidad, ninguno de los dos refuerzos es bueno si se lleva al extremo. Lo ideal es mantener un equilibrio y no optar por uno de los dos de manera exclusiva. Un niño es capaz de desarrollar un mejor criterio sobre sí mismo y su forma de comportarse si recibe información tanto de lo bueno como de lo que no lo es.
Tu labor como madre o padre será encontrar la justa medida para saber utilizar cualquiera de los dos cuando corresponda, para brindar a tu hijo una educación completa, equilibrada y saludable.