En la búsqueda de ser los mejores padres para nuestros hijos buscamos información acerca de todo tipo de detalles, desde a crianza en términos generales, hasta tipos de alimentación o métodos efectivos y saludables para que los bebés duerman por las noches. En esa búsqueda hay un término que suena con fuerza, la crianza respetuosa. Avalada por muchos como la mejor elección posible para que nuestros hijos crezcan, tiene un gran componente intuitivo que hace que es posible que la estés practicando sin ni siquiera saberla. Para que salgas de dudas, te contamos en qué consiste la crianza respetuosa y cómo llevarla a cabo.
No se trata de ningún método, aunque tenga unas pautas establecidas, sino de un modo de vida que repercute tanto en los padres como en los hijos. Con el amor como punto de partida, los principios que deben regir nuestra vida para acompañar a nuestros hijos durante toda su infancia han de ser el respeto, la empatía y la coherencia. Y todo ello enmarcado en una actitud de aprendizaje constante.
La clave de todo está en el instinto, aunque este tenga que convivir con nuestras propias contradicciones, el condicionamiento del entorno o creencias que hemos adquirido del pasado. El instinto, como decimos, es la clave para alcanzar la crianza respetuosa, según la mayoría de autores que escriben sobre el asunto.
La crianza respetuosa pretende dejar a un lado la culpa que invade a los padres constantemente por pensar que no se está haciendo lo correcto. Les permite ser respetuosos tanto con sus hijos como con ellos mismos, sabiendo que habrá errores y que cada día comienza una nueva oportunidad de aprendizaje.
Para llevar esto a cabo la coherencia es imprescindible, ya que esos principios básicos de amor, empatía y respeto han de aplicarse a todos los aspectos de la vida. La crianza no es un hecho aislado, sino que forma parte de nuestra existencia en general. Si mantenemos una actitud coherente hacia la vida, será más fácil mantenerla hacia nuestros hijos y predicar con el ejemplo.
Pensando en los niños, hay que ponerse siempre en su lugar, intentando ver el mundo a través de sus ojos, acompañándolos en su crecimiento y dándole a sus sentimientos la misma importancia que daríamos a los nuestros. La infancia no es una etapa de paso y se merece ser vivida en plenitud.
Te contamos cuáles son las claves para que puedas poner en práctica la crianza respetuosa y disfrutarla al máximo.
Estos comienzan en el mismo momento en que el bebé llega al mundo, desde el primer contacto piel con piel con la madre. Este contacto ha de mantenerse con ambos progenitores también en casa, para que el bebé se sienta seguro y se refuercen los lazos afectivos.
La lactancia materna debe ser siempre una opción, pero no hay que olvidar que la Organización Mundial de la Salud recomienda que sea la fuente exclusiva de alimentación para el bebé en los primeros meses de vida. Más allá de todos los motivos de salud (que son muy importantes), la crianza respetuosa defiende la lactancia materna para seguir reforzando el vínculo entre la madre y su bebé.
No hay lugar en el que un bebé se sienta más seguro que entre los brazos de sus padres. Hay que desterrar la idea de que los bebés se malcrían por pasar mucho tiempo en brazos, ya que, al contrario de lo que algunas personas aún piensan, tiene muchos beneficios para el pequeño. Tanto en casa como en la calle, practicando el porteo, tened a vuestro bebé cogido siempre que se pueda. Descansará mejor, se sentirá más tranquilo y seguro, y podrá disfrutar relajado de todos los estímulos y sensaciones que le rodean.
O, por lo menos, a dormir cerca. La cercanía que mantenemos con el bebé durante el día ha de continuar por la noche. Solo con estar en la misma habitación el bebé nota la cercanía y el calor de sus padres, lo que favorece su descanso y tranquilidad.
El llanto del bebé es siempre una manera de expresar una necesidad que, como padres, debemos atender. Descarta la idea de que un bebé llora por capricho o con alguna segunda intención porque en los primeros meses de vida su cerebro ni siquiera ha desarrollado la capacidad de raciocinio. El recién nacido no sabe qué hacer para calmarse solo y no puede atender a sus propias necesidades, ya sean hambre, frío o calor, molestias en el pañal… Y ha de ser el adulto el que ofrezca las soluciones y el consuelo.
La disciplina y las rutinas diarias son imprescindibles para que un niño crezca en un entorno equilibrado, coherente y seguro. Es nuestro trabajo como padres crearlas en función del bienestar de nuestro hijo y de la familia. Pero ser inflexible en las pautas marcadas puede ser tan perjudicial como la ausencia de estas.
La escucha, la intuición, la empatía y el respeto nos ayudarán a valorar cada momento de manera aislada, aunque hayamos establecido unos principios de carácter general. Seguramente te equivoques muchas veces, pero no desistas en la intención de estar atenta a las necesidades de cada momento, para descubrir cuándo hay que saltarse una rutina o no prestar atención a una norma acordada por los progenitores.