Con el nacimiento del bebé empieza otra etapa para las madres: el puerperio o cuarentena, un periodo de incluso un año en el que el organismo se recupera hasta volver a su estado anterior al embarazo. Tras el parto aparecen los loquios, que son pérdidas de sangre y secreciones uterinas que se expulsan durante 30 a 40 días y que van cambiando su aspecto.
Desde el primer día, madre e hijo se acomodan hasta conocerse porque quererse ya se quieren. Mientras el bebé duerme, llora, come y hace caca, las mamás aprenden a entenderle, durmiendo cuando pueden. Sin embargo, tienen que sacar tiempo para mirarse y comprobar que su cuerpo evoluciona como debe. Cuando se fecundó el óvulo y hasta varios meses después del parto, la transformación del organismo femenino es casi absoluta.
A los loquios vaginales hay que prestarles atención porque son un síntoma más de la recolocación interna y de que todo vuelve a su sitio. No se trata de la menstruación, sino de la secreción de un flujo rojizo que contiene los desechos que quedan del embarazo llevado a término tras un parto natural o una cesárea.
Por tanto, además de sangre, los loquios contienen leucocitos, mucosa uterina, restos de la placenta y tejido uterino. El sangrado lo genera el desprendimiento de la placenta que rompe unas venitas de la capa interna del útero. Lo que acompaña a este sangrado es la expulsión o “limpieza” de los restos uterinos.
Lo habitual es que los loquios duren unos 15 días, pero cada mujer y cada embarazo es único así que es un periodo bastante variable. Por ejemplo, en los gemelares o múltiples la duración de esos flujos uterinos es mucho mayor, al igual que si ha habido un parto reciente, el bebé ha sido de gran tamaño o en durante la gestación los niveles de líquido amniótico han sido elevados.
Lo que sí es cierto es que la lactancia materna reduce ese tiempo de expulsión de los loquios; cuando el bebé succiona las mamas, la madre segrega una hormona que acelera la contracción e involución del útero. De este modo, los restos uterinos se echan con mayor rapidez y el aparato reproductivo vuelve a su estado normal mucho antes.
Por otra parte, el aspecto de los loquios va cambiando a medida que pasan los días. En los primeros cuatro o cinco el flujo es abundante, de un color rojizo bastante llamativo y aparecen coágulos importantes. Después, durante otros seis o siete días el color cambia a tonalidades rosadas y marrones debido a que aumentan los leucocitos en la sangre, hay un exudado seroso de eritrocitos y moco cervical. Por último, los loquios se vuelven blancuzcos o amarillentos por otros quince días aproximadamente. En este caso el flujo contiene en su mayoría glóbulos blancos, células epiteliales, colesterol, grasas y moco.
Una vez queda claro cómo son los loquios durante la cuarentena, cada madre debe estar pendiente de que su recuperación tras el parto sigue su ritmo normal. Consiste en prestar atención por ejemplo al olor de esos flujos. Todo va bien mientras se parezca al de la menstruación. No obstante, cuando ese olor se transforma en desagradable puede ser un síntoma de una posible infección.
Otro punto a tener en cuenta es el volumen de los loquios, ya que en los primeros días suelen ser abundantes, pero no tanto como para que la madre se encuentre excesivamente cansada y debilitada. Lo mismo si se presentan cuadros de fiebre alta porque también podría ser una reacción del organismo ante una infección.
Tras el parto se suceden los entuertos o contracciones del útero para volver a su estado inicial que generan dolor. Sin embargo, cuando el dolor en la parte baja del abdomen no se calma y es muy intenso cabe la posibilidad de que algo no vaya bien.
Ante cualquiera de estas situaciones es imprescindible acudir al ginecólogo o al especialista que ha tratado el parto o la gestación para que realice una valoración del estado de la mamá.
Por otro lado, los profesionales sanitarios recomiendan utilizar compresas de algodón que son las que más transpiran para retener los loquios; no usar tampones; realizar lavados vaginales con un jabón neutro y secar con un paño suave mejor que con papel higiénico; y no emplear toallitas húmedas porque aumentan la humedad de la zona.