Ahora que ya no hablamos tímidamente de la copa menstrual, que empiezan a sonar cada vez con más fuerza las braguitas menstruales y que, en definitiva, sabemos que hay vida (y mucha) más allá de tampones y compresas, es hora de seguir descubriendo productos de higiene femenina. En concreto, de las esponjas menstruales, que de nuevas no tienen nada, ya que se usaban por las mujeres hace miles de años.
Las esponjas menstruales son, en realidad, esponjas marinas. Esas mismas que tienen un aspecto poroso y rígido, pero que al humedecerse se tornan muy flexibles y suaves. Y que cuentan, además, con una gran capacidad de absorción. Si a esto le sumamos que son reutilizables, normalmente durante seis meses, se convierten en unas grandes aliadas para una menstruación limpia, respetuosa con nuestro cuerpo y sostenible.
Su uso es muy similar al de tampón, al igual que su duración (6-8 horas) y existen dos tipos: las naturales de origen marino, que son reutilizables, y las sintéticas (llamadas “soft tampons”), que son desechables tras cada uso. A diferencia del tampón, son flexibles y se adaptan muy bien a la anatomía de cada mujer y a sus paredes vaginales.
Hay que tener cuidado con no confundirlas con las esponjas anticonceptivas, ya que las menstruales no tienen esa función, sean naturales o sintéticas, a menos que se les aplique un espermicida antes de su uso. Y en cualquier caso, es un método menos fiable que el preservativo masculino o femenino.
Como hemos dicho, las esponjas marinas tienen un uso muy similar al del tampón, con algunas variaciones. La principal es que hay que humedecer la esponja antes de introducirla en la vagina para que se vuelva flexible. También que hay que introducirla utilizando los dedos, sin aplicador, al igual que para retirarla, ya que no cuentan con un hilo que ayude a la extracción. Es cierto que esto puede resultar más incómodo, pero también lo es que la falta de hilo que salga hacia el exterior reduce la posibilidad de padecer infecciones.
Ponerla es más fácil que quitarla hasta que le pillas el truco, sobre todo si no estás muy acostumbrada a acceder al interior de la vagina con los dedos. Pero cero reparos: es tu cuerpo y nadie mejor que tú para conocerlo. Además, puedes recortar las esponjas para que se adapten mejor a tu cuerpo, o para usarlas de diferentes tamaños según la cantidad de sangrado o el día de la regla en el que te encuentres.
A diferencia de las esponjas sintéticas que se desechan tras cada uso, las naturales o marinas se reutilizan y pueden llegar a durar hasta seis meses. Eso sí, el lavado ha de ser minucioso y realizarse cada vez que se utilizan. Cuando la laves, escúrrela bien antes de volver a introducirla en la vagina.
En cada cambio durante la regla basta con utilizar agua para lavarlas bien con agua tibia, aunque tampoco está de más utilizar un poco de jabón neutro. Pero tras cada periodo es necesario realizar una limpieza más profunda, sin utilizar productos agresivos. Tampoco se puede hervir, como haríamos con la copa, porque la esponja se endurecería demasiado.
Para esa limpieza más profunda bastaría con dejar la esponja 10 minutos en remojo, con agua tibia y una cucharada de bicarbonato de sodio. También puedes utilizar un poco de vinagre junto a unas gotas de árbol de té.