Cuando hay dos o más hijos en la familia, es normal plantearse cómo distribuirles en la casa. ¿Sería mejor que empezase cada uno en su habitación o, por el contrario, podría frustrar el desarrollo de los niños? No es una decisión sencilla: de un lado, el fomento de la complicidad fraternal puede hacernos pensar que su convivencia en un cuarto puede ser muy provechosa. Del otro, la falta de independencia vuelve a nivelar la balanza.
En muchas ocasiones, es el espacio limitado del hogar el que fuerza a los niños a compartir habitación. Sea cual sea el caso, siempre hay ventajas e inconvenientes. Te los contamos en Divinity.es.
Lo más importante es que compartir un espacio, confidencias y risas acerca a los pequeños y facilita que crezcan y experimenten juntos: su vínculo puede volverse más estrecho, enriqueciéndoles afectivamente. Pasarán mucho tiempo juntos y tendrán experiencias más cercanas.
Además, compartir una habitación les enseña a convivir y a dialogar. El hecho de encontrarse en una situación en la que constantemente deben resolver conflictos y poner a prueba su capacidad empática les hará desarrollar sus habilidades para negociar y hacer valer su punto de vista, algo que les será muy útil en la vida adulta. En ese sentido, también puede ser una buena oportunidad para que los niños aprendan a respetar el espacio y las opiniones del otro.
Compartir habitación también mejora el sueño y las rutinas, según los especialistas: el sentirse acompañados puede relajarles a la hora de dormir. Y, por supuesto, fomenta la solidaridad entre hermanos, alentando la cooperación en lugar del individualismo. Mientras compartan juguetes y otros objetos de la sala, quizás descubran que la colaboración les es más útil que la supervivencia del más fuerte, reduciendo sus celos a la expresión más nimia.
El cambio de cuarto del hermano pequeño a la habitación del mayor no es recomendable antes de que el más joven haya cumplido un año, momento en el que sus ciclos de sueño se asientan, para que sus rutinas no afecten a las del mayor. Con este último deberás tener una conversación, en la que le expliques los cambios que van a producirse y el efecto que tendrá en su vida, destacando los aspectos positivos de la compañía. Puedes permitirle ciertas licencias, como escoger la zona del cuarto en la que poner su cama, para que afronte con más ilusión el proceso.
Dicho esto, compartir habitación puede tener desventajas, de las cuales, lógicamente, la mayor es la falta de independencia de los pequeños. Al compartir habitación, el espacio propio y personal de cada niño no está delimitado, y su independencia tampoco: es posible que, cuando no esté su hermano, al otro le cueste conciliar el sueño o entretenerse solo.
La incompatibilidad horaria es otro de los puntos a tener en cuenta, especialmente cuando empiezan a crecer y a realizar tareas para el colegio: es habitual que uno necesite estudiar mientras el otro prefiera jugar o dormir. Por eso, es importante proporcionar a cada uno su espacio personal dentro de la habitación y demarcar bien los horarios de sueño y ocio, según las edades de los niños.
En conclusión, compartir habitación no tiene por qué afectar negativamente al desarrollo de los niños, siempre y cuando se tomen medidas que prevengan los inconvenientes de esta convivencia. Dar a cada uno su espacio y horario es fundamental, pero también lo es ir dialogando y escuchar las opiniones de los hermanos sobre su armonía y compatibilidad: quizás llegue un momento, cerca de la preadolescencia, en el que prefieran tener más intimidad y deban separarse o tener una normativa diferente.
Es fundamental que seas tú quien marque las normas. Por lo demás, los beneficios superan con creces los inconvenientes: seguro que la experiencia de compartir habitación es muy positiva y los niños la recuerdan con cariño.