Los niños, especialmente los más pequeños, sienten curiosidad por su entorno: necesitan tocar, oler y saborear todo, incluidos aquellos productos que nunca nadie debería tener en la boca. Y aunque las intoxicaciones infantiles han disminuido en los últimos años, sigue siendo una de las causas más comunes de accidentes en la infancia.
La cocina es la habitación de la casa en la que normalmente acumulamos más agentes tóxicos, aunque también son focos de riesgo la habitación principal o el salón. En verano, además, los casos de intoxicación infantil suelen proliferar, ya que los niños pasan mucho tiempo en casa sin vigilancia. Si conseguimos anticiparnos a su trastada, poniéndoles un ojo encima, podremos hacer de nuestro hogar un lugar seguro, al menos hasta que crezcan y tomen conciencia ellos mismos del peligro.
Los agentes más habituales con los que los niños se intoxican suelen ser los fármacos, como psicofármacos o analgésicos, y productos domésticos como los jabones, detergentes o cosméticos. En cualquier caso, no siempre se producen por ingestión oral y pueden ser accidentales o voluntarias; casi cualquier producto doméstico desarrolla una reacción, aunque la intoxicación no tiene por qué ser aguda.
Las intoxicaciones accidentales suelen ocurrir entre los niños de uno a cinco años, con productos domésticos o fármacos y habitualmente dentro del domicilio habitual. Los niños son curiosos y experimentan con todo aquello que llama su atención.
Por el contrario, las intoxicaciones voluntarias suelen darse en adolescentes con problemas de depresión o trastornos psiquiátricos. Son habituales como intento de suicido, y es una práctica que aumenta su incidencia en nuestro país por años.
Aunque se suele pensar que un niño solo se puede intoxicar ingiriendo productos peligrosos por vía oral y en el entorno doméstico, no solo es así. En primer lugar, también hay plantas que pueden producir intoxicaciones: el acebo navideño, por ejemplo, produce vómitos y diarreas, y la savia de la flor de Pascua irrita las mucosas. Las setas son otra vía de intoxicación con la que conviene tener mucho cuidado.
También se puede intoxicar inhalando algún tipo de disolvente, pintura o insecticida, lo que puede envenenarle; o por monóxido de carbono en lugares no ventilados, procedentes de estufas, calderas o gas natural.
Una vez identificados los productos que pueden intoxicar a los niños, el siguiente paso es guardarlos en un estante alto y bajo llave. Hay que evitar dejar medicamentos en la habitación del niño y reducir la probabilidad de que nos vea consumiéndolos, para que no trate de imitarnos.
Además, conviene tener cuidado con frutos secos y semillas, que pueden inhalarse o asfixiar a los niños con facilidad (sobre todo cuando son más pequeños) y reducir la posibilidad de que jueguen o corran con la boca llena de comida. En caso de indigestión (cuyos síntomas incluyen el dolor de tripa, las náuseas y vómitos, entre otras muchas) es fundamental identificar el producto ingerido, encontrar el teléfono del instituto de toxicología en la etiqueta y actuar de acuerdo a las indicaciones de los profesionales.
Cuando el niño sufre un accidente de este tipo, es importante identificar el producto tóxico y apuntar su nombre y el fabricante, el formato, las aplicaciones o indicaciones y la cantidad aproximada ingerida, así como el tiempo que ha transcurrido desde que el niño lo ha ingerido. Cuando llames al instituto de toxicología, ellos te darán más indicaciones y seguramente te pregunten los síntomas de tu hijo.
Mientras, puedes limpiar el interior de la boca con un paño húmedo, eliminar la ropa que se haya podido contaminar y lavar las partes que han estado expuestas al tóxico. La intoxicación quizás no sea aguda, pero todas ellas son de urgencia: el tiempo es fundamental.