Un legrado uterino o raspado uterino es una intervención ginecológica que sirve para para extraer una parte de la capa interna del útero, en el endometrio. Este procedimiento se realiza para extraer el tejido tras un sangrado irregular durante el periodo, tras un aborto espontáneo o para analizar el endometrio en busca de algún diagnóstico de cáncer uterino o de otra afección. Para llevarlo a cabo se utiliza un instrumento quirúrgico, denominado legra o cureta. Además, existen dos tipos de legrados; el ginecológico, que sirve para estudiar las irregularidades de la menstruación o durante la menopausia; y el obstétrico, que sirve para eliminar el tejido residual de un aborto o de un parto.
Las mujeres que normalmente se someten a este tipo de intervención suelen ser mayores de 40 años, ya que una de las principales causas por las que se hace el legrado es por la menopausia. En el resto de los casos suele tener que ver con las irregularidades durante los distintos ciclos menstruales o con las relaciones sexuales, así como con sangrados intermitentes o manchado escaso. Estos últimos extremos suelen ser provocados por trastornos hormonales o enfermedades benignas del cuello del útero. También, se prescribe este tratamiento para los casos que tienen que ver con la eliminación de los restos uterinos que no son expulsados en un abordo espontáneo. Aunque en la mayoría de los casos esta expulsión suele producirse con la siguiente menstruación.
Este punto será muy necesario para que no se produzca ninguna infección interna, que puede llegar a ser muy peligrosa. También, se pueden utilizar legrados para detener un embarazo de manera voluntaria, eliminando así el embrión junto con parte del endometrio. En cualquiera de los casos, lo más recomendable será acudir a un especialista, quien te aconsejará qué pasos tomar y cuáles serán las opciones disponibles. A este método se podrá recurrir si no han transcurrido más de doce semanas de gestación. Además, el legrado servirá para tratamientos de miomas y pólipos endometriales, que suelen surgir tras el crecimiento anormal del endometrio hacia la cavidad uterina. A veces también se suele realizar tras el parto para eliminar los restos de la placenta.
El legrado es una operación de quirófano que suele requerir anestesia general y que consta de dos partes. La primera de ellas es la dilatación y la segunda, el curetaje. Como requisitos previos a la intervención, se necesita que la paciente se haya realizado un análisis de sangre para descartar alguna enfermedad que pueda interferir en la operación, como es la anemia. También, será necesaria una ecografía transvaginal y no haber comido ni bebido durante las ocho horas previas a la intervención. Tampoco se recomienda haber tomado otros medicamentos como la aspirina. Así se podrá evitar las hemorragias profundas.
Una vez que el ginecólogo ha dilatado el cuello de la matriz comienza el curetaje. Este se realizará mediante una legra y el cirujano eliminará el contenido uterino, así como los restos del aborto que puedan causar alguna hemorragia u otra afección. En otros casos, se extrae parte del endometrio para poder examinarlo de forma posterior; esto servirá para hacer las detecciones de un posible cáncer uterino. En general, se trata de un proceso rápido y no suele llevar más de quince minutos. Eso sí, el reposo será esencial tras la intervención, aunque no requerirá mucho tiempo. En la mayoría de las ocasiones, la actividad normal se podrá retomar el mismo día de la operación. También, la mujer podrá sufrir algún dolor abdominal o en la zona de la espalda, 24 horas después del legrado. Además, se podrá dar un sangrado vaginal durante las dos semanas posteriores.
En principio, y en los casos de menstruación irregular previa a la operación, esta debería volver a su estado normal al cabo de unas dos o seis semanas tras la intervención. No se recomienda tener relaciones sexuales ni utilizar tampones, así como tampoco realizar un esfuerzo físico muy grande o darse baños. Sí que es cierto que durante el legrado pueden surgir distintas complicaciones, debido a la delicadeza de la zona. Por tanto, se podrán ocasionar punciones en el útero, cicatrizaciones del revestimiento o el desgarro o la ruptura del cuello uterino. Aunque, en la actualidad, todos estos riesgos suelen ser poco frecuentes. También, se pueden producir distintas infecciones debido al instrumental utilizado.