Llagas en la boca del bebé, un problema muy común en los primeros meses de vida: así habrá que tratarlas
Durante sus primeros días de vida será normal que el pequeño desarrolle algunas complicaciones, como puede ser la aparición de llagas o aftas.
Estas serán especialmente dolorosas y, además, harán que el pequeño no coma bien o desarrolle fiebre.
En sus primeros años de vida, los más pequeños de la casa pueden desarrollar distintas complicaciones, como pueden ser las llagas o heridas en la boca. Las aftas en bebés son pequeñas vesículas, de color blanco o rojizo, que se forman en las paredes de la boca del bebé o debajo de la lengua. Además, su tamaño puede ser diverso: a veces tienen la medida de una cabeza de alfiler y, en otras ocasiones, son tan grandes como una moneda pequeña. También, estas pequeñas heridas pueden aparecer solas o en grupo.
Puede ser que nos demos cuenta de que el pequeño está sufriendo de llagas cuando observemos que quiere comer, pero no puede probar sólidos o líquidos, llora mucho y le duele la boca. Esto estará producido por las heridas, las aftas y las llagas en la boca. Así, será un momento especialmente complicado, sobre todo para los padres que no entenderán qué está sucediendo. Pero con un simple vistazo a la boca del pequeño se podrá entender por qué se está quejando tanto.
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Las causas de las llagas
¿Por qué se producen las llagas en la boca? En los niños, la causa principal será las infecciones virales. Los virus que, de forma más frecuente, producen las llagas son el Virus del Herpes Simple (VHS), que produce la gingivoestomatitis herpética, el Coxsackie A16 -que provoca la enfermedad mano boca pie- y el Coxsackie A, que produce la herpangina. Todas estas infecciones estarán acompañadas de fiebre bastante alta.
Las llagas o aftas serán muy dolorosas por lo que el niño no podrá comer ni beber de forma adecuada. Los riesgos principales son las bajadas de azúcar o hipoglucemia, así, como la deshidratación. Por lo tanto, lo más importante será tratar el dolor y ofrecer líquidos azucarados. En el caso de que sea muy complicado que tomen líquidos podrá ser necesario su ingreso hospitalario para administrar un suero intravenoso.
¿Cuál es su tratamiento?
Respecto al tratamiento, lo más recomendable sería acudir a un especialista para que valorar su situación y elegir el tratamiento adecuado, que en muchos casos será de analgesia para evitar el dolor. Así, habrá que esperar una hora tras haber administrado el paracetamol o el ibuprofeno para intentar ofrecer líquido y comida. Si el dolor es muy intenso habrá que proporcionar la analgesia cada cuatro horas y, también, durante varios días.
Además, el especialista podrá recetar analgésico y desinfectante local que podrá administrarse en la boca y, en el caso de los niños más pequeños, suele ser más complicado de administrar. Lo mejor será la lidocaína viscosa al dos por ciento, pero será un preparado que se tendrá que realizar en la farmacia. Existen diversos medicamentos comerciales ya preparados que no serán tan eficaces, pero en los más pequeños, lo mejor será que se utilice un preparado en gel.
¿Qué podremos hacer en casa?
Lo mejor será que nos centremos en que el pequeño se hidrate bien. Lo más recomendable será no ofrecer nada sólido sino algo con textura de papilla o triturado. Además, deberá ser en pequeñas cantidades y de forma muy frecuente. No deben estar condimentados ni salados ni tampoco muy dulces porque podrá escocer más.
La temperatura ideal será templada tirando a frío. También, el líquido será mejor dárselo con una pajita si el pequeño es capaz de usarla. En general, el contacto con el borde del vaso o la succión que tienen que realizar con el biberón puede dolerles y no pueden llegar a hacerla. Otra alternativa será utilizar una jeringa o cucharaditas, si son muy pequeños.
Además, también se podrá ofrecer líquidos azucarados para evitar la hipoglucemia o la bajada de azúcar. También, los líquidos podrán congelarse y el frío se convertirá en un gran analgésico. Además de todo esto, será muy importante darle cariño al pequeño, ya que la fiebre, el dolor y la dificultad para beber y comer podrá provocar que los pequeños no quieran jugar.