La educación tradicional sigue siendo la más implementada en los colegios españoles, pero poco a poco se han ido incorporando en las aulas otros métodos de enseñanza para sacar a relucir todo el potencial de los pequeños, entre ellos el método Montessori. Puede parecer nuevo, pero lo cierto es que, la educadora María Montessori, hace más de 100 años, fue la pionera tras ver el enorme potencial de los más pequeños. Con un trabajo libre y el autodesarrollo en un ambiente adecuado para cada actividad puede ayudar a que todas las capacidades de los niños salgan a relucir.
El método Montessori, según la Asociación Montessori Española, se basa en unos principios de desarrollo en el niño: la autonomía, la independencia, la iniciativa, su capacidad de elección, desarrollar su voluntad y la autodisciplina. Para lograrlo existen tres puntos clave en el aula: el niño, el ambiente, y el profesor.
Uno de los puntos más interesantes de este método educativo es la libertad que se le otorga a los más pequeños de aprender a su propio ritmo, trabajando y disfrutando con los materiales que desea y, por lo tanto, los que son de su interés. Así puede aprender y también equivocarse, pero esos errores se toman como un aprendizaje más para el pequeño. Paralelamente, el ambiente del aula juega un papel clave, pues debe ser acogedor a la vez que estimulador en todos los sentidos para el niño sea capaz de explorar sus diferentes capacidades. Y no siempre debe ser el mismo, se puede cambiar de espacio para adaptarse a las necesidades de cada momento.
Al igual que en la educación tradicional, el profesor es un factor determinante, pero en esta ocasión tiene un rol distinto, ya que más que un maestro es un guía y observador que presta atención a aquellos elementos que generan interés en el niño. De esta manera es el transmisor de la información, pero focalizándose no solo en el trabajo autónomo de los pequeños, sino también en el respeto hacia los demás y a la cooperación grupal entre los alumnos.
A diferencia de las aulas al uso, el método Montessori defiende los espacios con edades heterogéneas, divididos dependiendo del plano de desarrollo humano en diferentes etapas de su vida, estableciendo un total de cuatro. El primero es desde el nacimiento hasta los 6 años, el segundo de los 6 a los 12, el tercero de los 12 a los 18 y existe un cuarto que abarca desde los 18 hasta los 24. María Montessori detectó distintas formas de aprendizaje dependiendo de la edad y por estableció estos cuatro niveles en los que se realiza un enfoque educativo distinto en cada uno.
El primer nivel que va hasta los seis años lo llama “mente absorbente”, pues en los primeros años de vida los bebés recogen los estímulos sensoriales de su entorno de forma totalmente inconsciente, pero cuando llega la edad para la educación preescolar, la educadora cambia el absorbente por consciente, pues los conocimientos del niño empiezan a tener lógica. Pero según la Asociación Montessori Española, durante este nivel se establecen varios periodos sensitivos en diferentes momentos en los que los niños tienen especial predisposición con el desarrollo del lenguaje, el orden, el interés sobre lo que le rodea o su comportamiento social.
El segundo nivel que llega hasta los 12 años se establece como la etapa de trabajo del razonamiento, la memoria o la imaginación, periodo en el que Montessori veía clave un cambio de ambiente adecuado a transformación física y en la forma de relacionarse de los niños, donde la socialización con los demás compañeros juega un papel clave en el desarrollo de sus capacidades. Y el tercer nivel, que acoge hasta los 18 años, un periodo en el que se construye la personalidad del futuro, pues hay grandes cambios en la actitud que marcarán su vida adulta.
A diferencia de lo que se cree, esta fórmula educativa no consiste solo en jugar, se aprenden las distintas asignaturas y se profundiza en sus contenidos, pero con una metodología distinta a la tradicional a través de explicaciones al compañero, la elaboración de textos o exposiciones para alcanzar y dominar las competencias metodológicas. Además, se intenta integrar las diferentes áreas del conocimiento para entrelazarlas entre ellas.
Un tercer objetivo, tal y como marca la Asociación Montessori Española, es atender a la diversidad, permitiendo a cada niño evolucionar a su ritmo y mediante sus intereses, ayudándole a desarrollar estrategias de aprendizaje individual. También se intenta favorecer la interacción y el desarrollo social mediante el ambiente y el profesor en el que todos los alumnos participen y cooperen. Y un quinto objetivo: implicar a los alumnos en su propio proceso de aprendizaje y crecimiento, un fin que se puede cumplir perfectamente si se alcanzan, poco a poco, los demás objetivos.