Se la conoce como la enfermedad del beso, porque se trasmite a través de la saliva, pero cierto es que la moninucleosis es una enfermedad infecciosa que de romántica no tiene nada. Está causada por un virus, el Epstein-Barr (VEB), y se transmite no solo por la saliva, sino también a través de toses o estornudos, o si compartimos vasos, cubiertos, etc. con alguien que está infectado. Por suerte, a pesar de esto, es más difícil contagiarse de mononucleosis que de un resfriado común. Además del VEB hay otros virus que pueden causarla, como el citomegalovirus (CMV), y no existe ninguna vacuna que nos pueda prevenir de ellos.
La mononucleosis no afecta igual a cualquier edad. La mayoría de los casos se dan entre jóvenes y adolescentes, sobre todo en la franja comprendida entre los 15 y los 17 años. En los niños, además de poco habitual, suele pasarse sin que se note o sin mostrar apenas síntomas. La forma de diagnosticar la enfermedad es a través del cuadro clínico que ofrecen los síntomas y de un análisis de sangre en el que se detectan alteraciones y presencia de anticuerpos que intentan luchar contra el virus.
La única forma de no contagiarse es mantener una buena higiene (como lavarse las manos con frecuencia) y evitar los besos y cualquier contacto que tenga alguna relación con la saliva con aquellas personas que la padecen hasta que no se compruebe que el virus ha desaparecido de su organismo, algo que hace a través de la garganta y que puede tardar hasta un año. En ese período de tiempo el virus puede dejar de mostrarse pero rebrotar en cualquier momento. Se vincula a la mononucleosis con la aparición de otras enfermedades, como el lupus, la artritis reumatoide o la diabetes tipo 1, aunque no se ha podido comprobar del todo la relación causa-efecto.
Se calcula que el 95% de la población en nuestro país ha pasado la enfermedad y ha desarrollado anticuerpos sin tener apenas síntomas, pero en hay casos en los que no es así. Estos son los síntomas más habituales que puede manifestar una persona que padece mononucleosis, y que aparecen entre cuatro y seis semanas después de entrar en contacto con el virus:
Aunque no tienen por qué darse, lo cierto es que los pacientes de mononucleosis pueden padecer algunas complicaciones más graves como la rotura del bazo si se este inflama demasiado, o que dicha inflamación no desaparezca en meses. También pueden darse complicaciones menos frecuentes de tipo neurológico, como meningitis, encefalitis o parálisis de los nervios craneales. A nivel respiratorio puede causar neumonía.
Puede disminuir el número de plaquetas en sangre, que son las responsables de la coagulación de la misma, y también disminuir el número de glóbulos rojos, causando anemia. En cuanto a problemas cardíacos, puede producirse una miocarditis si se inflama el músculo cardíaco.
El tratamiento de la mononucleosis está dirigido a los síntomas que causa, más que al virus que la provoca, y contra el que en realidad poco se puede hacer. Por eso la medicación más habitual es el paracetamol y el ibuprofeno, o sustancias que tengan el mismo efecto. Los antibióticos solo se utilizan en el caso de que haya que tratar alguna infección, por ejemplo en la faringe o amígdalas, y aun así no servirá cualquiera, porque algunos tipos de antibióticos podrían favorecer otras complicaciones, como hipersensibilidad de la piel o la aparición de manchas rosáceas.
Se recomienda reposo y dormir para que la fiebre remita lo antes posibles y desaparezca la inflamación de los ganglios linfáticos. Aunque desaparezcan los síntomas, en el caso de que el bazo esté inflamado, la recomendación será no practicar deportes ni actividades físicas que puedan suponer ningún tipo de complicación para este órgano.