La neumonía es una infección en los pulmones y se produce porque los sacos de aire de los pulmones -los alveolos- se llenan de pus y otros líquidos. Esto lo que hace es dificultar la llegada del oxígeno al torrente sanguíneo. Por eso, una persona que padezca neumonía es muy posible que tenga problemas para respirar, tos y hasta fiebre, debido a la infección. Se trata de una afección que, a edades tempranas, suele ser bastante común. Sus síntomas son claros. El niño podrá empezar con una respiración rápida, con silbidos o quejido y, también, podrá tener cierta dificultad para respirar, lo que hará que se ensanchen las fosas nasales. También, el pequeño podrá presentar fiebre, tos, congestión nasal, escalofríos y hasta vómitos.
Otro de los síntomas de la neumonía suele ser el dolor de pecho, abdominal, una menor actividad, falta de apetito y, en casos extremos, se puede dar un color azulado o grisáceo en los labios y en las uñas de las manos. Por eso, habrá que prestar mucha atención a los síntomas, para reconocerlos a tiempo. Eso sí, si la neumonía se sitúa en la parte baja de los pulmones podrá provocar fiebre, dolor abdominal y vómitos. Aún así, no suele aparecer ningún problema respiratorio. La neumonía está causada por una variedad de gérmenes. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, se debe a virus. Entre ellos, se encuentran los adenovirus, rinovirus, el virus de la gripe (influenza), el virus sincitial respiratorio y el virus de la parainfluenza. Con frecuencia, este tipo de infección suele comenzar después de dos o tres días de resfriado o de dolor de garganta. Luego, pasa a los pulmones.
Es en el espacio de aire de los pulmones donde comienza a juntarse el líquido, los glóbulos blancos y distintos deshechos. Esto hará que se bloquee el paso de aire y dificultará el correcto funcionamiento de los pulmones. Los niños que sufren de neumonía provocada por bacterias suelen enfermar con rapidez y comienzan a tener fiebre de forma repentina y elevada. Además, también tienen una respiración más rápida de lo normal. Los niños que tienen una neumonía provocada por un virus tendrán síntomas que aparecerán de forma gradual y serán menos graves. En los bebés, este tipo de afección puede provocar conjuntivitis con síntomas leves y fiebre. Cuando la neumonía se debe a la tos ferina, el niño puede tener accesos de tos prolongados, ponerse azul debido a la falta de aire. Para que esto no suceda existe la vacuna contra la tos ferina que se tendrá que administrar durante el embarazo.
Para diagnosticar la neumonía, el médico tendrá que realizar un examen físico y comprobarán, así, el aspecto del niño, su respiración y sus signos vitales. También, se escucharán los pulmones para detectar ruidos inusuales. Es posible que se solicite una radiografía de tórax o un análisis de sangre, aunque ninguno de estos dos últimos serán cruciales para el diagnóstico final. Para tratarla, en la mayoría de los casos, como se debe a un virus, no se requerirá ningún antibiótico. Eso sí, si está causada por una bacteria, lo más probable es que el especialista te recete este tipo de tratamiento, que podrás tomar en casa. También, es posible que el niño necesite recibir el tratamiento en el hospital si tiene una fiebre muy alta.
Además, deberéis acudir a un centro hospitalario si necesita terapia con oxígeno, tiene una infección pulmonar que puede haberse extendido al torrente sanguíneo, tiene una enfermedad crónica que afecta al sistema inmunitario, si está vomitando tanto que no puede tomar ninguna medicación por vía oral, continúa teniendo neumonía y si podría tener la tos ferina. El tratamiento en el hospital podrá incluir algún medicamento intravenoso y terapia respiratoria. Eso sí, debes saber que las personas que sufren de neumonía tendrán que hidratarse muy bien y descansar mucho. Además, si tu hijo tiene neumonía bacteriana y el médico le ha recetado algún antibiótico, tendrás que administrárselo en las horas que se le indiquen. Esto ayudará a que el pequeño se recupere más rápidamente.
Con un buen tratamiento, la neumonía durará una o dos semanas. Eso sí, la viral podrá tardar en desaparecer unas cuatro o seis semanas. Sí que es cierto que este tipo de afección se podrá prevenir, como administrándose la vacuna contra la gripe o contra la tos ferina. Además, los bebés prematuros podrán recibir tratamientos que los protegen, de forma transitoria, contra el virus.