La placenta previa se diagnostica mediante una ecografía y puede verse durante una consulta prenatal de rutina. En la mayoría de los casos suele diagnosticarse en el segundo trimestre de embarazo. La placenta previa se da cuando esta se instala, de forma anómala, en la parte baja del útero, justo muy cerca de la cérvix y, en algunas ocasiones, encima de ella. Si esto sucede, la placenta suele obstruir de forma parcial o total la salida del canal del parto. Aunque, al principio, parezca algo preocupante, lo cierto es que no tiene que preocuparnos. Además, suele diagnosticarse con bastante antelación y no influirá en el embarazo.
Para diagnosticarla se tendrá que realizar una ecografía abdominal y otra vaginal, que se realizará con un dispositivo en forma de varilla que se colocará en el interior de la vagina. El especialista tendrá que tener especial cuidado para no causar un sangrado o interferir, de alguna manera, en el embarazo. Eso sí, el ginecólogo sospecha que la madre tiene placenta previa intentará evitar los exámenes vaginales de rutina para, así, poder reducir el riesgo de sangrado intenso. Es posible que se necesitan diversas ecografías adicionales para poder determinar la ubicación de la placenta durante el embarazo y para ver si la placenta previa se resuelve.
No hay tratamientos médicos ni quirúrgicos para que la placenta se vuelva a colocar de la forma más adecuada posible. Pero sí, existen varias opciones para controlar ese sangrado provocado por la placenta previa. El control del sangrado dependerá de distintos factores como la cantidad de sangrado, si este se ha detenido, el tiempo de gestación del embarazo, el estado de salud de la madre y del bebé y la posición de la placenta y del niño. Si la placenta previa no es capaz de resolverse por sí sola durante el embarazo, el objetivo del tratamiento será ayudar a la madre a llegar lo más cerca posible a la fecha de parto. Además, casi todas las mujeres que presentan placenta previa no suelen tener hijos por cesárea.
En el caso de que presentes un poco de sangrado, el médico te recomendará que te mantengas en reposo. Es decir, que evites aquellas actividades que puedan provocar el sangrado, como el sexo y el ejercicio. Si comienzas a sangrar de forma constante e intensa, lo mejor será que acudas a un centro médico para que revise tu situación un especialista.
Si la placenta está baja, pero no cubre el cuello del útero es muy posible que tengas un parto vaginal. Tu médico será quien analice las opciones de parto contigo. Si tienes un sangrado muy fuerte es posible que el especialista planifique una cesárea en cuanto sea seguro que el bebé nazca. Lo más ideal será a partir de la semana 36 de embarazo. Sin embargo, si el sangrado continúa, es posible que debas tener un parto prematuro.
Si el parto se planifica antes de la semana 37, lo mejor será que el médico te recete corticoesteroides para ayudar a que se desarrollen los pulmones del bebé. Lo más probable es que, una vez que te diagnostiquen placenta previa, quieras saber todo ella y los riesgos que conlleva. Para poder afrontar el problema de forma adecuada lo más recomendable será que te informes bien: pregunta a tu médico especialista; esto ayudará a que tus miedos se calmen. Además, hablar con profesionales médicos y contactar con otras mujeres que también hayan sufrido esta complicación te proporcionará una mayor tranquilidad. También, deberás mentalizarte con la idea de que podrán realizarte una cesárea.
Otra recomendación será que mantengas el mayor reposo posible. Durante el tiempo que estés esperando a tu bebe, podrás leer mucho sobre la maternidad, sobre distintos consejos y aprovechar para descansar. También, será muy positivo que te rodees de gente y cosas que te hagan sentirte mejor y ser más feliz. Mantén una buena comunicación con tu familia y tu pareja y exprésales lo que quieres y lo que no. Antes de acudir a la consulta médica, anota las distintas preguntas que tengas y pídele a una persona cercana que te acompañe.