Es algo muy normal que, en sus primeros días de vida, los recién nacidos pierdan algo de peso. Aunque es algo corriente y ocurre por razones naturales, sí que es cierto que puede ser motivo de agobio para muchos padres. En el caso de que estemos preocupados, lo más recomendable será siempre acudir a un especialista para obtener la información adecuada.
Cuando un bebé nace, lo más normal es que comience a tomar el pecho. Las glándulas mamarias producen calostro desde el embarazo, para que cuando el pequeño llegue tenga alimentación suficiente. Así, el calostro está compuesto por grasas y proteínas de la leche madura y contiene vitaminas, defensas y bacterias que son beneficiosas para el bebé. Por tanto, será más que suficiente para las primeras horas de vida del pequeño.
La cantidad de calostro que puede tomar varía y está adaptada al estómago del recién nacido. Por eso, cada vez que mama se llena el estómago con el calostro de su madre hasta que se produce la subida de leche. Sí que es cierto que, durante el primer día, duermen más que comen, pero en las primeras 24 horas pueden llegar a tener más tomas. Esto será más que suficiente.
Es muy necesario que los padres primerizos conozcan todos estos datos, ya que puede ser que haya personas a su alrededor que cuestionen la alimentación de su hijo e, incluso, ellos mismos. Además, nada más nacer, el pequeño tratará de alcanzar el pecho de la madre para alimentarse.
Una de las primeras cosas que preguntaremos tras el parto es cuánto ha pesado el bebé. Los recién nacidos suelen pesar entre 2,8 y 4,2 kilogramos. Además, habrá que tomar el peso de los bebés como señales de su estado de salud y, por eso, si vemos que pierden peso puede ser que nos alarmemos. Sin embargo, lo más normal será que se produzca una pérdida de entre un cinco y un diez por ciento del peso inicial.
Es por eso que muchos padres se preguntarán por qué ocurre esta bajada de peso si su hijo se alimenta correctamente. De esta manera, pueden llegar a cuestionarse si lo están haciendo correctamente. Pero, en realidad, lo que está sucediendo es la disminución de peso fisiológico neonatal, que se traduce en una bajada normal del peso que el niño recuperará en las siguientes dos semanas tras el nacimiento, aunque cada bebé es único y puede que algunos tarden más.
La pérdida fisiológica más llamativa se produce en los tres o cuatro primeros días tras el nacimiento. Además, en aquellos niños que nacen por cesárea, la pérdida de peso suele ser superior porque nacen con más hidratación, ya que han absorbido los líquidos que sus madres recibieron para la cirugía.
Esta bajada de peso se debe a distintos motivos. Uno de los más comunes es el meconio, es decir, las primeras heces, y su eliminación puede conllevar una bajada de peso. También, los bebés que orinan muchas veces pueden perder más peso. Aún así, que el bebé manche su pañal puede significar que su organismo funciona correctamente. Además, la pérdida de peso también puede deberse al líquido que se elimina con la sudoración. Con todo, el bebé puede perder hasta 300 gramos y seguirá siendo algo normal.
Eso sí, lo más normal será que, a partir del quinto día de vida, comiencen a ganar cierto peso. Y en el caso de que no lo hagan o sigan perdiendo más peso será probable que algo no esté funcionando correctamente. Una vez que recuperen su peso no habrá que obsesionarse, aunque sí que habrá que seguir un seguimiento, sobre todo cada 48-72 horas desde el alta en el hospital.