La piel del bebé es muy sensible. Esto se debe a que todavía está adaptándose a la nueva vida fuera del útero y, por eso, es normal que aparezcan algunas rojeces y pequeños sarpullidos. Además, hay diversas enfermedades propias de la infancia que se acompañan de erupciones cutáneas, como pueden ser granitos, habones o manchas. Sí que es cierto que al ser algo tan visual puede ser normal que resulte especialmente preocupante para los padres, aunque en la mayoría de los casos no reviste gravedad.
Uno de los más comunes en los primeros meses de vida del bebé es el acné neonatal, al que también se le puede denominar acné miliar o engordaderas. Se trata de una alteración cutánea benigna que se produce en el 40 por ciento de los bebés recién nacidos de entre uno y dos meses de vida. Es algo muy común y se evidencia con diversas pústulas blancas o amarillentas en la zona de las mejillas, en el mentón, la nariz y la frente. Pese al aspecto, no serán unos granitos que sean dolorosos ni que piquen.
Estos se producen por la acumulación de grasa en la piel del bebé, que queda atrapada en sus poros. Además, son las hormonas que han sido transferidas al bebé a través de la placenta, las culpables de estimular una mayor producción de las glándulas sebáceas que causan el acné. Respecto a su tratamiento, lo mejor será no aplicar ningún producto en un tiempo de dos o tres semanas, ya que los granitos suelen desaparecer por sí solos.
También se puede dar una alergia con manifestación cutánea, es decir, una reacción exagerada del organismo ante la entrada de una sustancia que se reconoce como ‘extraña’ y que este trata de neutralizar. Los síntomas de la alergia suelen estar bastante claros y, a la vez, variados. Entre ellos, encontramos manchas elevadas, granitos o dermatitis atópica. Además, en la mayoría de ocasiones, la erupción aparece de forma inmediata después de entrar en contacto con el alérgeno y se acompaña de un intenso picor.
Esta se produce, como ya hemos comentado, por una reacción defensiva del organismo ante la entrada en contacto de una sustancia extraña, que puede ser ingerida, respirada, inhalada, atravesando la piel o por contacto. Será muy importante identificar a tiempo las alergias, ya que sus síntomas pueden ser especialmente graves. Una vez diagnosticada e identificada su factor desencadenante, el tratamiento pasaría siempre por evitarlo lo máximo posible. Además, se tratará de mitigar sus síntomas con medicamentos específicos, como pueden ser los antihistamínicos o corticoides.
Otra de las enfermedades más comunes que se visibilizan en la piel es el virus mano-boca-pie. Se trata de una enfermedad benigna que está causada por varios virus de la familia del enterovirus, que se presenta, sobre todo, en la infancia, especialmente en aquellos niños de entre uno o cinco años. Aunque eso sí, también puede darse en niños más mayores e, incluso, en adultos. Suele ocurrir, con mayor incidencia, en los meses de primavera, verano y principios de otoño.
Sus síntomas son bastante claros y la enfermedad se caracteriza por la erupción de pequeñas ampollas, tanto dentro como fuera de la boca, en el área del pañal, las palmas de las manos, las plantas de los pies y, a veces, también los dedos. Las ampollas no pican, pero sí que las que están ubicadas en la zona de la boca pueden molestar un poco. El contagio se produce de persona a persona a través de las secreciones salivares o mediante el contacto directo con las ampollas de la persona afectada o con sus heces. Por eso, es un virus muy común en las guarderías.
El eritema tóxico no tiene vacuna ni tratamiento específico y lo único que podemos hacer, en el caso de que aparezca, es tratar ese malestar que está provocado por los síntomas, aumentar la hidratación y el descanso. Se trata de una enfermedad cutánea inflamatoria benigna, que se produce en bebés entre el primer y el tercer día de vida, aunque en ocasiones puede aparecer entre la tercera y la cuarta semana.
Los síntomas del eritema son diversos y lo más común son granitos rojos con elevaciones de color blanco-amarillento en el centro. Generalmente, estos granitos suelen concentrarse en el pecho, las extremidades y la espalda. Aunque eso sí, también pueden aparecer en otras partes del cuerpo, como es la cara. Este no requiere tratamiento ni antibiótico.