La sepsis es una patología que puede producirse en cualquier edad, aunque es cierto que en bebés recién nacidos, niños y mayores es más común, siendo una infección que si no se diagnóstica y se trata puede producir daños, fallos en los órganos y hasta la muerte, aunque por suerte cada vez existen menos casos gracias los avances sanitarios. Aún así, los datos aún son preocupantes, pues según expone la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año la sepsis provoca 11 millones de muertes, de las cuales muchas son en niños.
Otro dato preocupante es que según esta entidad cada año hay casi 50 millones de casos de sepsis en todo el mundo, de los cuales la mitad de ellos se producen en niños. Y la OMS lo tiene claro, los fallecimientos que se producen por esta enfermedad podrían evitarse gracias a un diagnóstico idóneo y un tratamiento y atención adecuada. Principalmente la sepsis se puede provocar por bacterias que generan infecciones, aunque otros microrganismos del parto pueden producirla en los recién nacidos.
Cabe destacar que la sepsis no es en sí una enfermedad, sino una respuesta de nuestro sistema a una infección que provoca una inflamación general, así como altera la coagulación de la sangre y su flujo hacia órganos de gran importancia, haciendo que alguno pueda fallar. Detectarla es posible si se conocen los síntomas más visibles que pueden aparecer, entre ellos destaca la posibilidad de que haya fiebre alta o incluso temperaturas más bajas de la cuenta. A ello se le puede sumar un ritmo cardiaco acelerado, dificultades para respirar, náuseas, vómitos o diarreas.
Para detectarla se suelen usar diferentes métodos de diagnóstico, como el análisis de sangre para buscar esa posible infección, así como otro tipo de análisis más específicos, como de orina, o incluso una radiografía.
Una vez se detecta y se confirma la presencia de sepsis el tratamiento es clave, y en la mayoría de casos requiere de que el pequeño tenga que ser hospitalizado en una unidad de cuidados intensivos (UCI) para administrarles antibióticos y otro tipo de fármacos si fuesen necesarios dependiendo de la sintomatología que se haya desarrollado. Es probable que si hay una gran dificultad respiratoria los pequeños requieran de un respirador para poder recibir el oxígeno necesario hasta recuperarse por completo.
La sepsis en los niños se divide en dos tipos, por un lado la sepsis neonatal, que se refiere a cuando contrae la enfermedad hasta 90 días después de nacer, aunque cuando se desarrolla a pocas horas del parto o días después se habla de sepsis de aparición temprana. Y ojo, porque los bebés prematuros tienen más posibilidades de sufrir la sepsis que otros que nacen en el momento esperado. A medida que se crece, los niños no se libran de la exposición a la enfermedad, por eso está la denominada sepsis en niños mayores, que puede deberse a diferentes infecciones bacterianas, como cutáneas, una neumonía o una apendicitis, que en caso de no tratarse podrían terminar desembocando en una sepsis.
La prevención es más que importante tanto cuando se intuye la enfermedad como cuando ya está diagnosticada. En embarazos es clave que las madres traten posibles infecciones, o que en caso de tener el virus del papiloma humano se opte por la cesárea. Además, si no se pasa de pequeño es importante seguir el calendario de vacunación para evitar que cualquier patología bacteriana termine desarrollando la sepsis. Asimismo, tratar toda infección o enfermedad es importante para que no se termine de desarrollar esta respuesta. Además, es fundamental la higiene en aquellos que están contagiados y su círculo más cercano, pero también una atención médica adecuada.