Cuando los niños van creciendo, nos podemos dar cuenta de que hay ciertos aspectos que no se desarrollan con normalidad. Por eso, habrá que estar muy pendiente de por qué se produce esto y si revestirá algún tipo de problema o gravedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 32 millones de niños en todo el mundo sufren una pérdida de audición discapacitante, unas cifras que podrían reducirse si estos problemas auditivos fueran detectados a una edad temprana, cuando el problema es reciente.
Una de las primeras pruebas que se realizan es la hipoacusia del recién nacido, aunque esta solo nos arrojará algo de luz sobre cómo se encuentra el bebé en sus primeras horas de vida. Por eso, será la labor de los padres comprobar que el oído del niño se desarrolla con normalidad durante los meses y años siguientes.
A cada etapa del niño le corresponderá un desarrollo determinado, siempre y cuando seamos considerados y no exijamos al pequeño más de lo que puede dar. En caso de que veamos que hay algún problema real, lo mejor será acudir a un especialista, para que nos dé las instrucciones adecuadas y nos informe de cómo debemos actuar.
Los bebés entre los ocho y los doce meses deben girar la cabeza cuando oyen algún tipo de ruido e, incluso, buscar la persona o el objeto que los está emitiendo. Además, lo mejor será que los padres le hablen, canten y jueguen con ellos, para que se produzca una estimulación de su desarrollo. Por tanto, en esta etapa, si el pequeño no mueve la cabeza en dirección a los sonidos, no se sobresalta por diversos ruidos, no balbucea y no entiende expresiones coloquiales, lo mejor será que estés muy pendiente de su desarrollo. Si no realiza ninguna de estas señales es que, a lo mejor, tiene algún problema de audición. Aún así, siempre será el médico quien lo diagnostique.
A partir de los dos años, lo más normal es que el pequeño ya responda a su nombre, que construya frases cortas y que acepte aquellas órdenes más sencillas de llevar a cabo. En el caso de que veamos que el pequeño no obedece a este tipo de órdenes, no presta atención cuando se le llama por su nombre, no es capaz de construir frases y aumenta su dificultad para responder cuando alguien no está cerca, habrá que comprobar si escucha bien. Para ello, nos podremos poner detrás de él e ir emitiendo sonidos. En el caso de que deje de oírnos en algún determinado momento habrá que comentárselo a un especialista.
Cuando el niño ya ha cumplido los cinco o los seis años debe tener una capacidad comunicativa casi completa. Es decir, debe entender todo lo que le decimos. También, será una época de conocerse y de fomentar las relaciones sociales. Por eso, una pérdida de audición podría provocar un bajo rendimiento en la escuela, problemas en el desarrollo del lenguaje o que parezcan distraídos o absortos en alguna actividad cuando están realizando algo en concreto. En el caso de que observemos alguno de estos puntos, lo más recomendable será hablar con la escuela y que den su punto de vista y, si es necesario, acudir a un especialista.
La pérdida de audición puede estar provocada por varios factores. Por ejemplo, la consanguineidad de los progenitores, si se producen enfermedades durante el embarazo como la rubeola, así como afecciones perinatales como la prematuridad, el bajo peso al nacer o la falta de oxígeno. También, esta pérdida se podrá producir con el paso de los años debido a distintas enfermedades de la infancia, como la meningitis o el sarampión, las enfermedades del oído, exposición a sonidos fuertes de forma constante y la administración de algunos medicamentos.
Además, esta pérdida de audición puede afectar a distintos puntos de la vida de los niños, como puede ser la adquisición del lenguaje, el aprendizaje y la sociabilidad, ya que puede provocar un sentimiento de ira, estrés y soledad. Aún así, los especialistas insisten en que un diagnóstico precoz será esencial para que el problema pueda resolverse con cierta agilidad y, así, poder buscar el tratamiento más adecuado.