Un vestido de invitada es mucho más que una prenda; es una inversión y, en muchos casos, un recuerdo especial. Pero como cualquier pieza de calidad que se precie, tan importante es el momento en el que se luce, como su cuidado posterior para que se mantenga en perfectas condiciones. Y es que, después de haber brillado en la ocasión, cuidar adecuadamente de tu vestido es fundamental para asegurarte de que esté listo (y perfecto) para futuras ocasiones.
Pero, ¿qué ‘protocolo’ hay que seguir? Muy sencillo. Lo primero que debes hacer es asegurarte de limpiar el vestido lo antes posible (revisa siempre la etiqueta para conocer las instrucciones de cuidado específicas, ya que tejidos delicados como la seda o el tul pueden requerir limpieza en seco profesional). Para diseños con detalles elaborados, acude a una tintorería especializada e informa al personal sobre cualquier mancha específica para garantizar un tratamiento adecuado.
Una vez que esté limpio, revisa las costuras, bordados y cualquier detalle como botones o cuentas. Si encuentras hilos sueltos, botones desprendidos o cremalleras que no funcionan correctamente, arréglalo antes de guardar el vestido.
La preparación para el almacenamiento es un paso clave para preservar la prenda. Utiliza una percha acolchada para los vestidos más pesados, ya que de este modo evitarás deformaciones en las costuras o los tirantes. Además, protégelo con una funda transpirable de tela, puesto que esto permite la circulación de aire y evita la acumulación de humedad que podría dañar los tejidos.
El lugar donde lo almacenes también es importante. Busca un espacio fresco, seco y alejado de la luz directa del sol para que no destiña los colores y debilite los materiales. Evita guardarlo en sótanos o áticos propensos a la humedad, ya que podría generar moho. Además, asegúrate de que tenga suficiente espacio para colgarse sin estar aplastado por otras prendas, preservando así su forma original.
Incluso si no planeas usar el vestido en un futuro cercano, es recomendable revisarlo periódicamente. Sácalo de su funda al menos una vez al año para dejar que "respire" y ventilar los tejidos. Durante estas revisiones, inspecciónalo para detectar signos de desgaste, manchas o posibles daños causados por insectos, y en caso de que haya sido así, encárgate de solucionarlo cuanto antes.
Si decides que no volverás a usar el vestido tal como está, hay varias opciones para darle una nueva vida. Puedes rediseñarlo para convertirlo en una prenda más casual o adaptarlo para otra ocasión especial acortándolo, tiñéndolo o añadiendo detalles como bordados o pedrería. Si definitivamente te has cansado de él, puedes donarlo o alquilarlo, permitiendo que alguien más disfrute de él. Opciones que no solo son sostenibles, sino que también prolongan la utilidad de una prenda que podría quedar olvidada en tu armario.
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