Ana Soria ha vivido una de las tardes más difíciles en todo lo que lleva de relación con Enrique Ponce. La estudiante de derecho se encontraba en el Puerto de Santa María, apoyando a su novio en una tarde de toros, cuando un percance la paralizó durante unos minutos. Todo transcurría correctamente hasta que el diestro sufría una cogida durante la corrida, siendo volteado por el animal y provocándole una herida en el brazo. Unos angustiosos y preocupantes momentos de los que la joven fue testigo y en los que no pudo reprimir su preocupación.
Ana acudía visiblemente tranquila a esta plaza de toros de Cádiz vistiendo un vestido de gasa en diferentes tonos y unas sandalias en color blanco. Una vez que estaba en la puerta de acceso, la joven tuvo que seguir el protocolo sanitario establecido por las autoridades, tomándose la temperatura como todos los asistentes y limpiándose las manos con gel desinfectante para evitar posibles contagios.
Ya en el interior, Soria se mostraba atenta a todo lo que acontecía, sin poder ocultar su angustia cuando ocurría el fatídico momento. La joven se echaba las manos a la cabeza e intentaba no mantener la mirada a la plaza cuando su novio estaba siendo cogido por el toro, fijando la mirada en algunas ocasiones al cielo. Un momento que sobrecogió a los espectadores allí presentes, pero que quedaría finalmente en un susto. Tras recibir la atención médica procedente, Ponce pudo volver a los ruedos y concluir la tarde sin ningún sobresalto, estrechando la mano de su novia al recuperarse de la cogida.
Un pequeño incidente en el que es su primer verano como pareja, que hasta el momento estaba transcurriendo sin problemas: disfrutando de planes y cenas con amigos, de momentos divertidos en las playas de Mojácar o compartiendo gestos cómplices y arrumacos en alta mar, donde se encontraban junto a la familia de ella.
Esta no es la primera vez que Ana acude a apoyar y acompañar a su novio al ruedo. El pasado lunes, la pareja del torero acudía con tres amigos a la corrida celebrada en la feria de las Colombinas, en la plaza de La Merced de Huelva. Allí dentro, Ana miraba muy atenta a la faena de Ponce, que volvía a lanzar un guiño a su nuevo amor dibujando la letra A en el albero, en vez de la cruz que suelen hacer los diestros al comenzar la faena.