Un lunes cualquiera, el del 22 de febrero de hace dos años, a Julia Otero le tocó abrir su programa hablando de cáncer. Concretamente del suyo, de ese que le habían diagnosticado seis días antes en un control rutinario. En aquel momento, cuando compartió con sus oyentes que un tumor cancerígeno en el colon le dejaría "fuera de combate" por unos meses, aún le costaba "pronunciar la palabra en primera persona". Ahora, después de nueve ciclos de quimio y con 40 centímetros de intestino menos, la periodista ha descubierto que verbalizarla ayuda a salvar vidas. Y en eso está ahora, en darle visibilidad.
Fue en octubre de 2021, ocho meses después de aquella retirada temporal, cuando una nueva Julia reapareció para anunciar su ansiada vuelta a la radio. Una versión de ella diferente, "más delgada" y "con nuevo look", cuyo cambio era mucho más íntimo que físico.
Contó que sus médicos le habían confirmado que, de momento, estaba curada. Que en su organismo no quedaba "ni una" célula cancerígena (o "egoísta", como las llama su doctor López Otín) gracias al tratamiento. Y también que era consciente de que "son cinco los años que deben transcurrir para dar el asunto por zanjado".
Por eso, tal y como ha confesado en una entrevista para El País con motivo de su regreso a la tele, ahora le importa todo "un poquito menos". Aún le queda rato para cumplir esos cinco años críticos para cualquier paciente oncológico en los que "alguna célula viajera" podría "llegar a puerto".
Esos en los que, para ser claros, una célula cancerígena podría alcanzar cualquier punto de su organismo y colonizarlo, produciendo así la temida metástasis. De darse esto, Julia es consciente de que podrían darle dos años de vida. "O menos". De ahí que el carpe diem sea su único leit motiv.
Ahora, a Otero no le queda otra que gestionar como puede los nervios que brotan entre revisión y revisión. "Imagínate con qué sensación de vivir estoy -le ha planteado a Manuel Jabois en esta entrevista concedida al periódico ya mencionado- Una tiene que olvidarse de que a los tres meses te toca meterte en el tubo del TAC. Tres meses: tres putos meses".
Cuando estaba en pleno tratamiento, Julia Otero estaba convencida de que, "si salía de esta", saldría "distinta". Que "sería valiente para hacer cosas que no he hecho, y valiente para no hacer lo que no quisiese hacer". Y todo lo contrario. Tras ocupar su hueco diario en 'Julia en la Onda', ese que desde ya compaginará con presentar un programa en prime time, la periodista está trabajando "más que nunca". Y sabe que esto no le "conviene".
Por eso, para compensar este ritmo, la catalana está intentando "mimar el sistema inmunológico, comer bien y respetar las horas de descanso y sueño". Al haber pasado por un cáncer que afecta directamente al sistema digestivo, debe tener cuidado con las cantidades que ingiere para "que la digestión sea lenta, nunca rápida".
Organiza su horario laboral en función de sus necesidades. "Intento cenar temprano, y cenar fibra. Tomar la proteína adecuada, los hidratos adecuados, la vitamina", ha detallado a los compañeros de El País. Y de momento, con esta férrea disciplina que ya adoptó en los primeros meses de enfermedad, parece que Julia va encontrando con éxito el camino de la plena recuperación.
Descubrir de primera mano que el "nivel de resistencia y de sufrimiento que somos capaces de asumir es altísimo" fue una lección vital que se podía haber ahorrado. Pero al fin y al cabo es un aprendizaje que Julia se ha llevado de esta complicada etapa. Esa que, como periodista, no para de transmitir cada vez que tiene oportunidad. Porque esta entrevista para Jabois tan solo es un ejemplo de las infinitas ocasiones en las que hemos aprendido del cáncer gracias a la capacidad de hacer cercano lo complejo de Otero. Y eso siempre es de agradecer.
En su caso, enfrentarse a él "con 60 y una hija ya criada" le permitió entender que "la vida no tiene tanta importancia". "Que tenemos fecha de caducidad y que estar vivo o estar muerto puede depender de un momento". Ella tiene claro que "no serán tantos" los años que le queden por vivir. "Me falta el bazo, me falta la vesícula, me falta la tiroides, me faltan 40 centímetros de intestino. ¡Me falta de todo!" Por eso, por la incertidumbre que da haber pasado por un cáncer, se niega a malgastarlos.