El bullying es una de las lacras latentes en nuestra sociedad. Uno de los problemas más arraigados en todo tipo de culturas y que provoca un gran sufrimiento a aquellos que lo sufren, tanto a corto como largo plazo. Con el paso de los años, las huellas que dejan estas vivencias son complicadas de gestionar y sobrellevar. Beatriz Luengo y otros rostros conocidos que lo han sufrido, conscientes de su influencia actual, asumen que su responsabilidad es exponer públicamente sus experiencias para visibilizar este tipo de maltrato y reclamar mecanismos que permitan prevenirlo, detectarlo y eliminarlo.
En esta ocasión, la autora de ‘Caprichosa’ ha hablado sobre su pasado en una extensa reflexión sobre la empatía. “Amo a las personas, no las etiqueto. Si tú piensas que eres un león africano o un pájaro tropical me preocuparé por escucharte y comprenderte. Por aprender lo que no sé y seguramente acabaré la conversación y yo también querré serlo. Miro a los ojos de la gente, buceo en su dolor y lo hago mío, arranco su lucha y la vuelvo a mi bandera”, asegura Beatriz, que no juzga a la gente y “mucho menos le digo lo que puede o no ser”.
Luengo denuncia las injusticias porque no puede quedarse callada ante “el aplastamiento”. Se apodera de las causas sociales de manera independiente a la política porque “el dolor de una madre, un hijo, un emigrante o un pueblo” están por encima de todo.
“Recibí mucho bullying desde que era niña y me iba de vacaciones a Andalucía, Galicia o Canarias y volvía impregnada por todo lo vivido. Me dejaba fluir hasta que venía el gilipollas de turno a insultarme por eso. Mi madre me llevó a una psicóloga y le dijo que era la empatía llevada al límite lo que me hacía variar mi acento para que el de enfrente se sintiera cómodo”, sacaba a colación este diagnóstico.
“Gracias a Dios mi madre salió de la consulta y me dijo ‘hija, creo que serías una gran actriz’. Y con eso nos quedamos las dos”, recuerda Luengo, que se ha sentido vapuleada “porque practicar la empatía es un pecado pero practicar el insulto un TT nacional muy gracioso”. Eso sí, está dispuesta a seguir defendiendo la igualdad y la justicia desde su libertad porque esa es la base fundamental de lo que le interesa.
La madrileña empezó muy joven en un programa de la televisión pública como bailarina de circo. Esta oportunidad hizo que inmediatamente sus profesores y compañeros de clase se interesaran en cómo era la experiencia y le preguntasen por las horas en el plató de rodaje. No todos se alegraron de su éxito, ya que su visibilidad artística suscitó la envidia de un grupo de chicas de un curso superior, que “empezaron a meterse conmigo por eso”.
Luengo recordaba en una reciente entrevista que, como siempre ha sido “una chica velluda”, gran parte de los insultos iban dirigidos en este sentido: “Empezaron a llamarme niña mono, me encerraban en el baño, me empujaban y me tiraban del pelo”. Vejaciones que le hicieron sentirse culpable y responsable de este acoso: “Creía que la culpa era mía, por mi físico. Con el tiempo entendí que esta situación se dio porque empecé a trabajar en televisión y empecé a suponer alguien especial para ellos”.
Para poder superar esta situación tuvo que cambiarse de colegio y necesitó ayuda de profesionales y orientadores en su adolescencia. Trabajó mucho y desde muy joven en superar las inseguridades que le habían generado sobre su físico (“He tenido que trabajar mi recuperación de manera adulta y consciente”) y se enfrentó a sus acosadores con ayuda de su abuela, que le compró una camiseta que ponía ‘Mowgli, el niño mono’ para que cuando le dijeran ‘niña mono’ presumiera de tener una camiseta personalizada.