Hace un año, para Marta Pombo estar "bien" era "tenerlo todo". Lo que se presume de una influencer con un nicho de medio millón de seguidores a su antojo. "Eventos, hotelazos, viajazos, todos los amigos que quieras, consumismo". Esa chica risueña a la que conocimos más allá de ser la 'hermana de' María Pombo se había "creado un personaje para contentar al resto", el de "la más graciosa de las Pombo", que le hizo desconectar de sí misma, perderse. Y fue ahí, en su "auge en redes sociales", cuando comenzó su "declive", su depresión, una compleja experiencia sobre la que ha hablado en el canal de YouTube de su amigo Luc Loren bajo el lema de #NoEstamosLocas, un 'bam' contra los que se niegan a visibilizar la salud mental.
Igual que le sucedió a su hermana pequeña con la esclerosis múltiple, enfermedad que cuando le diagnosticaron le sonaba a "casa" por la experiencia que había vivido con su madre, a Marta Pombo no le chirrió el concepto de 'depresión' cuando su psiquiatra le puso nombre y apellidos a su problema. Antes de ser ella la paciente, en la familia no llegaban a entender esas "pocas ganas de vivir" o esa "falta de entuasiasmo" que manifestaba la matriarca del clan Pombo a raíz de quedarse sin trabajo por la crisis de 2008. Teresa Ribó tenía y sigue teniendo depresión, iba y sigue yendo al psiquiatra. De ahí que ser consciente de su problema no le viniese de nuevas.
En pleno proceso de separación con su exmarido Luis Giménez, nada le motivaba, no podía pensar en un futuro a corto plazo, no quería salir de casa. Media España estaba opinando sobre sus movimientos sentimentales en una relación que ambos optaron erróneamente por exponer. Y fue ahí cuando comenzaron los síntomas. "Dimos pie a que la gente opinase y eso nos vino mal porque no estábamos preparados", ha asumido con el tiempo. Esto, sumado a una desilusión familiar y a la presión hizo que una visita casual al psiquiatra para acompañar a su madre fuese el inicio de su tratamiento.
"Antes de ir al psicólogo era una persona supersumisa, decía a todo que sí, miraba más por el resto que por mí misma y sentía la necesidad de complacer al resto para estar bien conmigo misma". Lo que no sabía por entonces es que ella, Marta Pombo, estaba siendo "la gran olvidada" de esta ecuación. Como la terapia y la medicación tardaron en hacer sus efectos, la ansiedad, el aislamiento, el miedo a que su entorno le juzgase por un "tormento interno" difícil de explicar seguían marcando su vida a principios de 2020.
Las pastillas le salvaron, le hicieron abrirse con su familia ("para mí fue un pedazo de alivio") y comenzó su recuperación de esta depresión de cuadro leve del que está feliz de "seguir viva" y de "haber salido reforzada". Porque en estos meses en los que se vio obligada a paralizar su actividad en Instagram, una profesión en la que no se ve a largo plazo por ser un "arma" que te hace compararte siempre con los demás, inclusó pensó en desaparecer.
"Puede ser que levemente pensase en el suicidio". Un día, sin avisar a su psiquiatra, decidió abandonar de golpe la medicación, mandarla "a tomar por saco" pensando que le estaban "engordando" y creyendo que "ya estaba bien". Después de Philomena, un "bajonazo" le hizo hacerse una pregunta: "¿Y si me desconecto qué pasa? Se acabaría todo, ya está. Me quedo dormidita un tiempo y así no estoy aquí. Y eso asusta mucho".
Una vez recuperada la consciencia de que había tocado fondo, a Marta Pombo no le quedó otra que "ponerse las pilas, pensar que hay mucha gente que la quiere y mucha vida por delante". "Siempre hay salida, siempre hay esperanza" es el mensaje que tanto ella como Luc Loren han reivindicado para esas personas que hayan visto su charla y se sienten en la misma situación por la que atravesó la influencer. Ya no quiere responder al 'qué tal estás' de rigor con un "bien". Porque a veces está "fatal", "otras regular" y otras "fenomenal". Y ese es su proceso vital actual, pensar en ella y en su salud mental, su única prioridad.