Sonia Ferrer está rota de dolor. La presentadora, devastada, compartía en sus redes la noticia de la trágica muerte de Guillermo, un íntimo amigo que había perdido la vida este fin de semana tras ser atropellado, según ha confirmado La Razón. “Ahora mismo debería estar contigo, cerveza en mano (vino para mí), riéndonos de nuestras hazañas mientras aprovechamos para hacer terapia. Eso de yo te doy consejos a ti y tú a mí y luego no hacernos ni puñetero caso de lo dicho. En lugar de eso, estoy intentando recomponerme para ir al tanatorio a despedirme de ti”, sacaba fuerzas para dedicarle unas últimas palabras antes de asistir a su velatorio.
Junto a esta instantánea y otra en la que aparece él junto a su mascota, la periodista hacía pública la última conversación que mantuvieron y donde habían pactado hacer una quedada el sábado para “ponerse al día”. “¿Sábado? ¿Comer? ¿Tarde? Prefiero a noche”, proponía su amigo. “¿Cenamos el sábado? ¿Merendamos? Lo que quieras”, ofrecía ella. “Merendar, ferpecto”, concertaba él una cita que, desgraciadamente, no pudieron disfrutar.
Amigos y seguidores de Ferrer le han escrito inmediatamente para arroparla en este duro momento. “Madre mía que shock. Un abrazo fortísimo en estos momentos tan duros para ti”, no daba crédito Eugenia Marcos, una compañera de profesión. “Madre mía, ¡Qué frágiles somos! ¿En serio? ¿Eso te decía el jueves y hoy ya no está?”, no podían dar crédito ante lo ocurrido. “Me explota la cabeza, con mi hermano me pasó igual. Es un dolor indescriptible. Lo siento mucho”, se ponían en su piel. “Ferpecto era una de sus muchas palabras. Allá donde haya ido, pondrá buena música, ya sabes”, recordaba otra conocida del fallecido.
Un momento muy complicado para la catalana, que hace unas pocas semanas recordaba otro duro golpe: el cáncer que padeció en su adolescencia y por el que tuvo que denunciar por negligencia a los médicos. Mediante un hilo en Twitter, la presentadora rememoraba cómo “una supuesta eminencia en traumatología le aseguraba a su madre que era “un dolor imaginario" cuando acudió con ella a su primera consulta. Pese a que el cáncer le estaba “estrangulando la médula”, su primer diagnóstico fue, según su versión, que “solo quería llamar la atención”.
“Caía al suelo y convulsionaba con unos dolores inhumanos. Intentando calmarlos, me pinchaba Nolotil a diario y tomaba todo lo que llegaba a mis manos”, lamentaba Sonia, que estuvo tres años en estas circunstancias, hasta que se topó con el doctor Frederic Font Vila, que descubrió que ese calvario no era fruto de su invención y que había que operarla rápidamente de esta enfermedad que podría haberla dejado sin caminar de por vida.