Tamara Falcó siempre ha sido mucha Tamara Falcó. Pero jamás pensamos que se convertiría en el icono que es hoy. Ser hija de Isabel Preysler ayudó a que se incrustase en nuestro imaginario colectivo. Nadie ha llevado con más orgullo el rol de 'pija' que ella. Sin embargo, la cocina logró que descubriésemos una nueva versión de sí misma.
Ahora, tras la muerte de su padre, es marquesa. Sin tener ni idea la propia implicada de lo que eso significa. Y también es un referente, prescriptora de moda y belleza, influencer, empresaria, diseñadora y adicta a una fit life que muchos quieren calcar. Analizamos cómo llevar una vida saludable le ayudó a romper con un bucle de estrés emocional del que ya no queda rastro. Con bien de espontaneidad en su discurso.
Fue en 2016 cuando se sinceró en una portada de su revista de cabecera. Tras engordar 20 kilos, la hija de Carlos Falcó aseguraba no reconocerse cuando se enfrentaba al espejo. Sus formas "voluptuosas" no le representaban. Aunque ella no se veía "tan gorda", su entorno "se estresaba", sobre todo la Preysler o el difunto marqués de Griñón, que llegó a decirle que no se le veían los ojos cuando sonreía, tal y como ha contado entre carcajadas en una entrevista con Pablo Motos.
En esta charla sobre su cambio físico, Tamara ha recordado aquella etapa en la que "desayunaba filete empanado y tortilla de patata", se encontraba "en un momento de mucho estrés" y todo se le vino encima. La solución para "volver a estar como antes" y entrar en una dinámica más saludable no fue muy compleja: dieta, ejercicio físico y visitas a la clínica Buchinger, un centro depurativo de desconexión donde solo se ingieren 250 calorías diarias en forma de líquidos del que es asiduo Mario Vargas Llosa.
Esto, sumado a que consiguió "sobrellevar" ese bucle emocional en el que estaba inmersa, se sumó a aprender a convivir con el hipertiroidismo, una enfermedad que le diagnosticaron por entonces y que también fue causante de este aumento de peso. Con el tiempo, haciendo balance, Falcó ha aprendido a restarle importancia a lo que para entonces era un mundo. "Lo bueno es que Dios también me ayudó: toda la vida pendiente del kilo, engordo de verdad... ¡y no se cae el mundo! Para mí no era un drama", comentó hace unos años.