Tamara Gorro se dio cuenta de que había tocado fondo hace un par años. En un principio quiso achacar sus comportamientos al fuerte volumen de trabajo, al estrés. Pero su realidad iba más allá. Comenzó a ir a terapia, de ahí le derivaron a un psiquiatra, y fue entonces cuando le diagnosticaron depresión y trastorno de ansiedad. Un problema que jamás se imaginó que le iba a tocar afrontar y que coincidió con una fuerte crisis matrimonial con Ezequiel Garay, del que por el momento está separada a la espera de una resolución sobre su futuro en común.
En este contexto, la presentadora lanza este miércoles al mercado Cuando el corazón llora, el libro “más difícil de su vida” en el que viaja a su pasado para presentarnos a aquella niña que con cinco años le tocó vivir “experiencias que no debería haber tenido” o a la adolescente que sufrió “un terrible episodio que creía olvidado”, vivencias dolorosas de su vida que derivaron en sobrecogedoras secuelas psíquicas y emocionales que trata aún hoy en día. La revista ¡Hola! ha adelantado en exclusiva un fragmento de esta publicación, donde revela qué síntomas la llevaron a terapia hace dos años.
Su ánimo cambiaba en décimas de segundos, no se permitía faltar al trabajo ni un solo día, pese a que su cuerpo lo necesitara, y no era capaz de contarle a su entorno sus problemas. “Me los guardaba para mí e incluso me alejaba física o mentalmente unos días sin dar señales de vida. También notaba que, en reuniones de amigos, de repente, me apartaba y bailaba sola, o cuando estaba sentada a su lado me evadía, no tenía ganas de hablar”, recuerda Tamara en este libro esta etapa reciente de su vida en la que no se “fiaba” de nadie.
“Mi vida se había convertido en un bucle de niños, marido, trabajo y casa. Solo de manera obligada y esporádica salía a cenar con mi pareja y con amigos o me iba de viaje. No era capaz de delegar en nadie, ni aun teniendo mucha ayuda para poder descansar unas horas”. Unos comportamientos que derivaron en “llantos desconsolados, pesadillas, sensación frecuente de asfixia, de ahogo”. Tamara se sentía “sola, vacía”. Hasta que, después de meses de darle vueltas y vueltas a su situación, quiso pedir ayuda a su madre: “Mamá, no me reconozco, no soy yo. Estoy sufriendo”.
Tras abrirse con su madre, hizo lo mismo con Ezequiel Garay, momento en el que se dio cuenta del gran paso que estaba dando al verbalizar que algo estaba mal. “Necesito ayuda, no estoy bien. ¿Recuerdas que hace unos dos años te dije que me notaba rara? Sentía que iba a caer mala, pero no me imaginaba en qué sentido”, contaba entre lágrimas al exfutbolista mientras lo abrazaba con fuerza. “No sabía que estabas tan mal, cariño. Creía que eran bajones normales, pero no hasta este punto. Incluso pensaba que tu semblante tan serio o llorar tanto era producido por el trabajo”, se sorprendía él.
Tamara ahora sabe que tuvo “la valentía” de contar abiertamente que había entrado en un peligroso bucle. “No entré al detalle de contar todo lo que me ocurría porque seguía y sigo sintiendo temor a no ser comprendida porque ni siquiera yo misma había sido capaz de comprenderme”. Fue en este punto cuando un pensamiento le invadía día a día: “Necesito un profesional que me ayude”. Así empezó el proceso de terapia en el que se encuentra desde hace dos años y que cuenta al detalle en este diario que ve al fin la luz el próximo 6 de abril.