El ácido glicólico es uno de los ácidos más comunes en nuestros productos de belleza. Este tipo de componente se utiliza para tratar la capa más profunda de la piel, las pequeñas arrugas, la falta de luminosidad y la piel que está dañada por el sol. Además, se obtiene de forma natural, más concretamente de la caña de azúcar.
Tiene una infinidad de beneficios, creando una piel nueva, estimulando la regeneración celular, luchando contra la piel grasa y evitando los puntos negros. Es por eso que las concentraciones más bajas se utilizan para las exfoliaciones ligeras, mientras que las concentraciones más altas se utilizarán para el tratamiento de pigmentación, arrugas y para tratar el acné.
Este tipo de ácido nos producirá una gran luminosidad en el rostro. Además, sus moléculas penetrarán mejor en la piel y llegarán a las capas más profundas. Eso sí, será muy importante que te dejes aconsejar por un especialista, ya que en exceso puede causar agresiones en la piel. De esta manera, el rostro se verá más enrojecido. Con todo, hay que tener en cuenta que en su aplicación podrás sentir un poco de calor, picor o escozor.
Lo más recomendable será comenzar aplicándolo en pequeñas cantidades y deberá ser durante noches sueltas, unos dos o tres días a la semana. De esta manera, irás acostumbrado a tu rostro a este tipo de producto y más adelante podrás ir incrementando esta cantidad.
Como ya hemos comentado, lo más recomendable será usarlo solamente por las noches. También, debes saber que suele usarse después de la limpieza facial, masajeando bien el producto en la piel, evitando la zona del contorno de los ojos.
También podrá ser utilizado como tónico. Aún así, antes, deberás probar qué cantidad puede aplicarse a tu piel. Para ello, podrás comenzar utilizando el ácido glicólico en cremas o ampollas. Tu elección dependerá de tus gustos y de tus necesidades.