La industria de la belleza ya no se limita solo al maquillaje y a los productos de skincare. Cada vez abarca un abanico de productos más amplio en el que entra desde la aromaterapia hasta herramientas elaboradas con piedras semipreciosas a las que se les atribuyen todo tipo de propiedades. Pero no se han puesto ahí el límite, sino que el catálogo sigue aumentando y la activista Henar Álvarez se ha hecho eco de las últimas novedades de este sector. Y lo ha hecho en un tono reivindicativo.
"Han sacado unas mascarillas para que tengamos hidratado el chichi en verano. Dicen que nos va a ayudar a mantenerlo fresco, como si en vez de un coñ* fuera una lubina", la activista, conocida por su marcada defensa de los derechos de las mujeres con un tono de humor quiere poner el foco en esa visión que parte de la sociedad tiene asimilada, de que el cuerpo de la mujer está mal y hay que arreglarlo, con un sinfín de productos de belleza, mientras las grandes marcas se llenan los bolsillos. "Ya está bien de hacernos crear que nuestro cuerpo y nuestra vagina está mal para que nos gastemos los euritos en repararla", argumenta la madrileña.
Belén Gómez, ginecóloga del Hospital Infanta Leonor, tiene claro si es necesario el uso de este tipo de productos o solo es una cuestión estética, así se lo ha relatado a Mujer.es: "El interior de la vagina mantiene un ecosistema especial y fundamental en el proceso de protección frente a infecciones, creado por bacterias propias y productos de degradación del glucógeno que mantienen este ambiente ácido", es decir el propio cuerpo ya se encarga de mantener la zona tal y como tiene que estar.
En el caso del producto que menciona Henar, el objetivo es simplemente la hidratación, pero en el mercado existen otros mucho que abarcan otra serie de objetivos, como alisar, rejuvenecer, o incluso algunos prometen blanquear el tono de la zona genital. Pero, más allá de la cuestión ética de si hay algo mal en nuestros genitales que se deba modificar, ¿qué podemos esperar realmente de este tipo de producto? ¿Hay evidencia científica de que funcionen?
Por su parte, el farmacéutico Guillermo Martín (@Farmaenfurecida), a través de su Instagram afirma tajante que "no hay evidencia científica de que estas mascarillas sirvan para absolutamente nada" y que "puede ser peligrosas porque un riesgo de hidratación aumenta el riesgo de infecciones y tienen algunos compuestos que pueden ser abrasivos".
Lo primero que hay que tener en cuenta es que a la hora de aplicar este tipo de productos hay que tener ciertas precauciones. Es muy importante hacer previamente un concienzudo y abundante lavado con agua. Después deberemos leer las instrucciones del producto y, en todo caso, aplicarlo solo en las zonas recubiertas de piel, ni dentro de la vagina ni sobre los labios mayores ni menores.
Por otro lado, a la hora de escoger el producto en cuestión, es conveniente elegir uno de un laboratorio en el que confiemos plenamente. Y es que esta zona del cuerpo es muy delicada y un producto que no haya sido testado dermatológicamente y ginecológicamente puede provocar irritaciones y dermatitis en la zona, por la misma razón tampoco es aconsejable usar remedios caseros.
En este sentido, la doctora también es rotunda al afirmar hasta dónde puede llegar la efectividad de este tipo de productos y aunque si puede tener propiedades hidratantes, desmiente categóricamente su poder rejuvenecedor. "Es falso. Estos productos íntimos pueden aportar hidratación y limpieza, pero en ningún caso tensión ni colágeno dentro de los tejidos. Esto sólo podría conseguirlo el láser vaginal o las inyecciones intravaginales de hialurónico y colágeno".
Ahora solo te queda preguntarte si realmente quieres hacerlo o sería más conveniente poner el foco en la salud por encima de la belleza. Este cambio de enfoque ya está teniendo lugar en la sociedad y prueba de ellos es que ya existen por ejemplo kits de autotoma vaginales, como el de la firma Selfkit. Son exclusivos para mujeres y con ellos se puede detectar y controlar once patógenos causantes de enfermedades de transmisión sexual (ETS), dentro de los cuales se incluyen clamidia, chancroide, herpes (tipos 1 y 2), micoplasmas (genital y hominis), gonorrea, sífilis, tricomoniasis y ureaplasmas (parvum y urealyticum), y hasta treinta y cinco genotipos del virus del papiloma humano (VPH).