Nos gusta vernos guapas y radiantes. Con esta finalidad buscamos cosméticos adecuados a cada parte del cuerpo insistiendo más en el cuidado del rostro, cuello y escote. En función de las necesidades apostamos por cremas que proporcionen protección, hidratación, nutrición, rejuvenecimiento… De todas ellas, ciertas formulas contienen ceramidas que ayudan a que la piel recupere su protección natural.
Las ceramidas son unos lípidos de origen natural y un componente principal de la epidermis. Junto con el colesterol y los ácidos grasos, estas ceramidas forman un “cemento” intercelular que posibilitan la función que tiene la piel como barrera de las agresiones exteriores. Por tanto, dicho cemento impide que penetren alérgenos, agentes contaminantes o metales pesados a la vez que mantiene la capacidad de retención de agua de la piel. Cuando un cosmético incluye ceramidas como ingrediente ayuda a hidratar y a restaurar.
Sara Carrasco es dermatóloga del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología y nos ha ayudado a entender qué son estas ceramidas que incorpora la cosmética, qué función realizan en la piel y por qué las necesitamos.
“Las ceramidas existen de manera natural en todo el cuerpo y en el pelo. Son unas moléculas que posibilitan la impermeabilización de la piel sellando todo el tejido intercelular”, explica la doctora Sara Carrasco. Puntualiza que, “por sí mismas no hidratan, sino que su finalidad es que no se produzca la evaporación transdérmica de agua; cuando esta evaporación tiene lugar se desencadenan una serie de acontecimientos negativos”.
La dermatóloga detalla que si la piel se deshidrata no solo pierde agua a nivel profundo porque la barrera cutánea se ha alterado. “La rotura de esa barrera también provoca problemas inflamatorios directos debido a la propia pérdida de agua y a complicaciones indirectas, ya que las agresiones exteriores empiezan a penetrar de forma inadecuada en nuestra piel con mayor intensidad y a más profundidad”, constata.
De este modo, con el avance de la edad el organismo empieza a rebajar la producción de ceramidas y la piel va reduciendo su función lipídica naturalmente. A la vista aparece la sequedad, la deshidratación, las arrugas y otros síntomas del envejecimiento. Aunque si la piel se ve agredida por otros agentes ese envejecimiento se puede presentar de forma prematura. Según Sara Carrasco, “por otra parte, esa inflamación de la piel se vuelve crónica y además provoca una alteración de los melanocitos, lo que se traduce en la aparición de manchas”.
La incorporación de las ceramidas de origen sintético a la cosmética llega para “mantener nuestro sistema lipídico protegido frente a las agresiones, la deshidratación y la inflamación”, anota Carrasco. “Estas fórmulas ayudan a reparar y regenerar la barrera cutánea con lo que restablecen la protección adecuada del microbioma cuya finalidad es evitar la pérdida transdérmica de agua”, subraya.
Carrasco pone como ejemplo los tratamientos faciales en los que se ve alterada la barrera cutánea. Uno puede ser la aplicación de retinol sobre todo en las pieles sensibles. “Tras ese proceso, se aplican cremas con alta concentración en ceramidas para mitigar esa pérdida inevitable de impermeabilización y de protección natural y que no se produzca evaporación transdérmica”, comenta. Puntualiza que los tratamientos a base de retinol, que en realidad es vitamina A, ayudan a disminuir las arrugas, las líneas de expresión e incluso los pliegues que produce la pérdida de firmeza.
Igualmente proporcionan uniformidad en el tono cutáneo porque tienen un efecto despigmentante, ya que eliminan las manchas que han ido apareciendo por la acumulación de melanina en ciertas áreas. “Sin embargo, tras la aplicación, la piel se encuentra desprotegida y es eficaz acudir a esas cremas con ceramidas que mejoran la textura, la flexibilidad y ayudan a calmar los signos de sensibilidad”, concluye la dermatóloga Sara Carrasco.