La infanta María Francisca de Portugal, segunda hija de Duarte Pío e Isabel de Herédia, se ha casado con el abogado Duarte de Sousa Araújo en la basílica del emblemático Palacio Nacional de Mafra, situado a 40 kilómetros al noroeste de Lisboa, en la que es la primera boda de la familia real lusa en este siglo. La última boda real que acogió el país vecino fue la de sus padres, pretendientes al trono luso, que se celebró en 1995 y que tuvo lugar en el aún más famoso Monasterio de los Jerónimos, que no ha podido ser la sede de este nuevo enlace debido a problemas logísticos.
Ahora, la aristocracia portuguesa se ha vuelto a reunir para celebrar el amor de la duquesa de Coimbra, que tiene 26 años, estudió Comunicación en Lisboa, trabaja para una empresa de comunicación española y se presentó en sociedad en el Baile de Debutantes de 2017, con Duarte de Sousa Araújo, un abogado de 30 años que trabaja en el prestigioso bufete de Uría Menéndez y es nieto del arquitecto y pintor Joao de Sousa Araújo. Su boda llega cuatro años después de que se conocieran en una fiesta de un amigo común y menos de un año después de que él le pidiera matrimonio en la montaña más alta de Timor Oriental mientras veían el amanecer.
Es la primera de los tres hijos duques de Braganza que contrae matrimonio. Sus hermanos han estado arropándola en este día tan destacado: el mayor, Alfonso, príncipe de Beira, duque de Barcelos y heredero del desaparecido trono de Portugal, nació en 1996 y es ahijado de la infanta Elena de Borbón; el pequeño, Dionisio, nacido en 1999, es tan discreto como sus hermanos, es duque de Oporto y el segundo en la línea de sucesión, ya que los varones en Portugal tienen preferencia sobre las mujeres en la línea sucesoria.
Los dos vestidos que ha lucido la novia son creaciones de la modista Luzia do Nascimento, vinculada a la familia real portuguesa desde hace tiempo. El que lució en la ceremonia es más clásico, confeccionado en seda mikado, con escote en forma de V que desemboca en unas mangas francesas con puños bordados de pequeños cristales. Un diseño muy similar al que lució su madre en su boda.
La novia entró en la basílica con el rostro velado, como manda la tradición. El velo, de tipo catedral y en seda blanca, no ocultaba la magnífica tiara familiar por la que se decantó finalmente: una creación de 1887 que perteneció a para Amelia de Orleans y que destaca en la colección real porque lleva 800 diamantes engastados en plata y oro. Los pendientes se los prestó su madre y fueron los mismos que lució ella en su boda. Para la fiesta, lució un vestido más cómodo, sin mangas, atado al cuello con una cinta con pequeños cristales bordados.
Al enlace han estado invitadas 1.200 personas, entre los que se encontraban representantes de distintas casas reales europeas - como los príncipes de Luxemburgo, los condes de París, Leka de Albania o la gran duquesa de Rusia con su hijo Jorge Romanov - y personalidades políticas portuguesas, como el expresidente de la Comisión Europea y exprimer ministro de Portugal, José Manuel Durao Barroso, o el primer ministro de Portugal António Costa.
Los novios han cortado la tarta nupcial en la entrada del Palacio, al que se han acercado muchos portugueses para acompañarles en este día tan destacado, pues aunque las encuestas marcan claramente la preferencia de los mismos por el sistema republicano, la familia de los duques de Braganza es muy querida en el país. Tras compartir su felicidad con los allí presentes, la pareja de recién casados se ha desplazado a la casa familiar de los Duques de Braganza en Sintra para la celebración del convite nupcial.
El menú fue una creación del chef portugués Helio Lourerio, y estuvo compuesto con platos típicos del país, como los pasteles de bacalao y crema, las ostras de Aveiro o la carne guisada con castañas, batata y champiñones.